Un terrible incendio cambio para siempre la vida de el Patrick Hardison, un valiente bombero que en un desafortunado incendio perdio su rostro, pelo, boca y barba.
Su rsotro quedo totalmente desfigurado y sus ojos se convirtieron en apenas dos pequeñas cuencas que eran apenas visibles.
Según su esposa, fue muy duro para él ver que sus propios hijos —Alison, Dalton y Averi, quienes estaban entre las edades de 2 y 7 años cuando ocurrió el accidente— le tenían miedo. Su hija Alison, de ahora 22 años, admite que para ella fue difícil ver este cambio en su padre. “Tu papá sale a trabajar un día y cuando regresa es una persona que luce totalmente diferente”, recuerda ella.
En el 2012, un amigo doctor lo refirió al cirujano plástico Eduardo D. Rodríguez, un especialista en transplante de rostro y Hardison decidió someterse a la operación después de que le dijeran que podría perder la visión si su condición empeoraba.
“Hay cosas peores en la vida que la muerte”, asegura. “No me asusta. Lo hice por mis hijos”. Los doctores sólo le daban un cincuenta porciento de probabilidad de sobrevivir, pero él tomó el riesgo. Hoy se alegra, ya que su vida ha cambiado para bien.
Los resultados de la operación son evidentes, algo que ha utilizado para animar a otras personas con problemas similares: «Estoy especialmente orgulloso de compartir mi historia con otros bomberos con quemaduras, socorristas y militares de Estados Unidos. Quiero ayudar a aquellos que estén heridos sepan que también hay esperanza para ellos».
El equipo médico que realizó el trasplante usó la cara de David Rodebaugh, un mecánico de 26 años que decidió inscribirse en la lista de donantes antes de morir.