Existe más de una definición para los celos; según la Real Academia Española, el celo es un sentimiento que se experimenta a partir del temor a que la persona amada sienta amor por otro o (peor) que prefiera a otro. Los especialistas coinciden en que este temor son una respuesta emocional a las propias inseguridades y, por supuesto, al pánico que produce la idea de perder al objeto de afecto.
En este sentido, para controlarlos, no pesa tanto la confianza hacia la pareja como hacia nosotros mismos: el cambio debe ser hacia nuestro interior y no hacia la manera de comportarse del otro. De hecho, una persona que padece de celos constantes los tendrá con todas sus parejas, independientemente de las características de éstas.
Si bien cuando se está en una relación romántica es inherente sentir aunque sea un poco de miedo, ya que el amor conlleva sufrimiento por el temor a perder al objeto amado, este temor puede, en primer lugar, sentirse en dosis bajas – lo cual es hasta saludable- y en segundo lugar, no tiene por qué traducirse en celos enfermizos.
Tampoco hay que dejar de lado el componente socio-cultural: estamos tan acostumbrados a que los celos sean «normales», que si nuestra pareja no hace manifiesto de ellos somos capaces de provocarlos, lo cual también es un error: el otro no nos ama menos porque no demuestra celos, sino que tiene el temple y la autoconfianza suficientes como para no torturarnos con ellos.
Para combatir los celos, entonces, hay que tener en claro que no son necesariamente una muestra de afecto o una prueba de amor, sino que están más íntimamente ligados a la baja autoestima y a un problema de inseguridad. Por eso, como primer paso, es fundamental identificar los pensamientos autodestructivos y reemplazarlos por aquellos que nos fortalezcan.
Es difícil, pero no imposible, y con el pasar del tiempo, se convierte en un hábito. Lo importante es ejercitarlo: cada vez que nos avasalle una idea hiriente sobre nosotros mismos, debemos reflexionar que no está arraigada a nada real ni concreto y ahuyentarla, en cambio, con un pensamiento positivo.
Otro buen hábito a incorporar es incluir la visión de una tercera persona que brinde claridad y objetividad al asunto que nos aqueja. Esto no significa que haya que repartir las intimidades, pero sí que, cuando sientas que estás perdiendo la cabeza, lo charles con alguien de confianza que te pueda aportar su punto de vista.
Por último, antes de coartar la libertad de tu pareja, date rienda suelta a vos mismo. Es saludable que ambos salgan por separado, que tengan distintos grupos de amigos, que realicen actividades individuales. Reemplazá el obligar a un otro a que se quede al lado tuyo, por distraerte y distenderte vos también.