Cuando Donald Trump subió al escenario para dar su primer discurso como presidente electo de los Estados Unidos le pidió a su familia que lo acompañe. Y lo hicieron todos. Su mujer, Melania, y sus cinco hijos. También las respectivas parejas de ellos y hasta la mayor de sus nietas. Sin embargo, luego de los flashes y las expectativas que generó saber qué palabras pronunciaría el magnate inmobiliario, toda la atención se la llevó Barron, su hijo más pequeño.
El multimillonario confesó que es su debilidad, la persona que, de alguna manera, lo hace humano. Quien le devuelve ese manto de realidad que tantas veces se necesita. Y más allá de su parecido físico y de los gestos que lo asemejan a su padre, poco se supo de Barron durante la campaña electoral, en donde el resto de sus hijos contaron con un papel fundamental en diferentes apariciones.
Little Donald, como lo llaman en el entorno familiar de Trump, es visiblemente muy parecido a su padre. Y busca serlo más allá de sus atributos físicos. Barron comparte con su padre su amor por el golf, deporte que los fines de semana practican juntos. También se muestra apasionado de los videojuegos y de los negocios inmobiliarios: «Cuando tenía cinco años me dijo que quería ser un ‘hombre de negocios'», explicó Melania, quien justificó su curiosa forma de vestir: «No se trata de un niño raro. Es independiente y creativo y le gusta vestirse con traje y corbata«.
Donald Trump y Melania se llevan 24 años de diferencia. En 2006, la llegada de Barron convirtió al presidente electo de los Estados Unidos en padre por quinta vez. El más chico de los Trump concurre a una escuela privada en la Quinta Avenida en Nueva York, por lo que deberá cambiarse de colegio cuando la familia se mude a Washington para vivir en la Casa Blanca.
Barron habla inglés y esloveno, la lengua materna de su madre. Melania se aseguró que su hijo -desde pequeño- se familiarizara con su idioma y éste lo ha absorbido como una esponja. Su madre ha sido también la persona que le enseñó a Barron a no irse a la cama sin antes untarse una loción de caviar con infusión de su propia marca. El niño admira a su padre y quiere ser como él. Por lo pronto, ya adquirió el excentricismo necesario.