La discusión sobre el capitalismo, feminismo, democracia y ecología, analizada a partir del alcance que tienen los superhéroes en la sociedad, dado el éxito en la promoción de antivalores e ideas ocultas tras el antifaz del entretenimiento, puede generar suspicacia y es objeto de investigación.
En marcada referencia a las dinámicas sociales, estos “bienhechores” explotan su alcance universal a las masas a partir de historias que van más allá de la mera distracción, convirtiéndose en figuras de gran utilidad para establecer discursos morales y filosóficos que determinen y modifiquen conductas.
Dado su éxito en la taquilla cinematográfica, algunos de estos enmascarados que saltan de las tiras cómicas, logran un impacto abrumador en la cultura pop, siendo recibidos casi sin filtro por la audiencia.
Solo en la última película de este corte, “Pantera Negra”, seguimos a un héroe que vive en un territorio privilegiado, invisibilizado ante al mundo. Desde allí ha desarrollado avances en medicina y tecnología, mientras lucha por el amor de su amada y se apega a las costumbres de su pueblo, pero que al final de la historia confiará en que el camino para entrar en el liderazgo es compartir toda esa información con las potencias mundiales que, obvio, tras saquearlo le darán la espalda.
“Batman”, por su parte, es rico, representa el poder y no se preocupa por los pobres, solo por alimentar su ego al ganar contra unos villanos que parecen más cercanos a las minorías, a los oprimidos, a los incomprendidos. Su riqueza es inagotable, lo mismo que su deseo de querer mantener un liderazgo en tecnología mientras entra más dinero a sus arcas. Neoliberalista y conservador, no cree en la familia y apenas hace donativos altruistas para que niños huérfanos como él lo idolatren y sigan su ejemplo.
Compartiendo ideales encubiertos, la simple existencia de los justicieros apuesta a fortalecer a una industria apegada a valores mercantilistas y conceptos nacidos en laboratorios controlados por grandes magnates, donde algunos de estos héroes (como en la vida misma) combaten aquello que consideran crimen mientras controlan la economía, con empresas líderes en tecnología, como es el caso Iron Man.
En el pasado este tipo de ideología norteamericana se veía reflejada en las películas bélicas, en las que el héroe se parecía al espectador y que -embutido en discurso simplón y melodramático- magnificaba su pesar hasta volverse un mártir, logrando la admiración, mientras Estados Unidos bombardeaba y saqueaba territorios.
Los superhéroes son hoy el relevo y la distracción-renta que generan un espacio servido para manipular masas.
Por José Gabriel Díaz