El erotismo, esa noción inconscientemente primordial en la vida de los humanos, es el iniciador de una fuerza de trascendencia: a través de él, dejamos libre energía que tiene el poder de crear y de curar heridas emocionales profundas.
Desgraciadamente, el erotismo es un fundamento delicado que puede verse afectado por ideas, desinformación, alimentos en mal estado e, inclusive, toxinas en productos usados a diario como por ejemplo, los ftalatos o los ésteres de ácido ftálico.
Los ftalatos son un grupo de compuestos químicos usualmente empleado como plastificador para aumentar la flexibilidad del producto. Su nombre deriva de la nomenclatura de ácido pHtálico, donde los ftalatos permiten que las moléculas de polivinilo se deslicen unas sobre otras, presentando una baja solubilidad en agua y una alta en aceites. Los más empleados son el DEHP, DIDP, DINP y BBzP para productos como disolventes en perfumes y pesticidas, comida ultraprocesada, esmaltes de uñas, adhesivos, pigmentos de pintura, juguetes para niños y juguetes sexuales.
De acuerdo con el Departamento de Salud y Servicios Humanos (DHHS, según sus siglas en inglés), los ftalatos son toxinas que aumentan el riesgo de cáncer, teniendo efectos en el hígado, riñones, tiroides, ovarios, genitales y, al parecer, en el deseo sexual de las mujeres.
Los investigadores estudiaron la orina de 360 mujeres embarazadas en sus veintes y treintas, para así determinar la concentración de ftalatos en el cuerpo y preguntarles acerca de su deseo sexual. Parece ser que las mujeres con altos niveles de ftalatos tenían una libido apaciguada, a diferencia de aquellas con una menor concentración de estas toxinas.
Esto se debe a que los ftalatos son disruptores endócrinos, teniendo efectos negativos tanto en la testosterona como en el estrógeno, los cuales son hormonas sexuales (masculinas y femeninas) producidas por el aparato reproductor y las glándulas adrenales.
Vía Ecoosfera