Muchas personas opinan que la mejor forma de conocer a otra persona, es hablando con ella. Hasta cierto punto es verdad, ya que pasamos gran parte de nuestra vida hablando, pero también existen las famosas señas del lenguaje corporal, o, simplemente, señales no verbales. Imagínate, por ejemplo, que ni siquiera hace falta que alguien hable contigo durante una fiesta, para que te conozca. En vez de eso, puede fijarse en la manera de la que coges tu vaso y sacar algunas conjeturas a base de ello.
¿Cómo agarras tu vaso?
1.Con las dos manos
2.Cerca del pico del vaso
3.Lejos del pico del vaso
4.Levantando el meñique
1.Inconscientemente, tomas una pose de autodefensa y tienes una personalidad típica de las personas tímidas o pasivas. Sin querer, levantas paredes alrededor de ti mismo, y te cuesta entablar nuevas amistades. No obstante, una vez relacionado con otra persona, eres cariñoso, comprensible y listo para sacrificarte por el bien de tu compañero.
2.Sin duda alguna, tienes tu propia visión del mundo, a la que te aferras. A menudo incluso te pierdes en tu pequeño mundo (y lo haces a propósito, puesto que te encanta).
Tienes un gran sentido de estética y eres un poco narcisista. Tu índole, poco común y único, hace que a veces puedes sentirte no entendido por los demás.
Por ello, te escondes en el mundo de tu fantasía y te gusta soñar despierto.
3.Eres independiente y no te dejas influenciar por otras personas con facilidad. Eres una persona muy estable, segura de sí misma, pero no sin pasar de la fina raya de laarrogancia.
Sin embargo, también eres obstinado y caprichoso.
En compañía a menudo cumples el papel del alma de la fiesta, no tienes problemas a la hora de comunicarte con otra gente (incluso si en realidad acabas de conocerlos) y te haces querer.
4.Cuidas sobre todo de ti mismo, y te gusta estar en el centro de la atención de los demás.
En realidad, eres un llorón. Quieres que la gente te note, porque te hace falta muy poco para sentirte solitario. Acompañado, estás feliz.
Te caen verdaderamente bien los animales y, si pudieras, llenarías la casa con ellos. Te pones la máscara de una persona orgullosa y mandona, escondiendo tu verdadero yo.