Muchas personas se preguntarán para qué necesitamos ser honestos y auténticos, si ocultando pequeñas verdades, en gran número de ocasiones durante nuestras vidas, evitamos hacer daño a alguien o perjudicarle.
Sin embargo, la realidad nos lleva por otros caminos, indicando que si estamos ocultando algo a alguien, en ese mismo momento, ya le estamos perjudicando o haciendo daño, ya que el hacer creer a otra persona una realidad que no se ajusta a lo que es, en su forma más auténtica posible, muchas veces es una elección que no ha tomado la persona engañada y no se le ha dado esa posibilidad de elegir.
Por lo que si la verdad es descubierta, las consecuencias pueden ser peores de las que estimábamos habiendo dicho la verdad de nuestra opinión, pensamiento o hecho, y repercutiendo en las emociones, pensamientos y conductas de las personas implicadas. Además de esto, y girando la mirada cada uno para sí mismo, siendo honestos y más auténticos conllevará, además de estar más a gusto con los demás, estar más a gusto con uno mismo.
La culpa y la vergüenza, o el temor a ser descubierto ante un engaño, no formarán parte de nuestro repertorio emocional por el hecho de haber tenido que mentir a alguien, por lo que nuestra atención se desviará a otras prioridades u otras formas de conseguir nuestras metas. Culpa y vergüenza, entre otras, podremos experimentarlas, pero por otras circunstancias de la vida no vinculadas a la deshonestidad.
Este hecho amplía el conocimiento que tenemos sobre nosotros mismos y nuestras emociones y sentimientos, y al tener este mayor conocimiento sobre nosotros mismos sin el muro de la mentira y el autoengaño, propiciará que encontremos un modo mejor de definir y conseguir las propias metas propuestas.
Para poder gozar de los beneficios de la autenticidad con uno mismo y con los demás, es necesario ser asertivo y en muchos momentos, objetivo, para poder expresar nuestra opinión sin perjudicar a los seres queridos u otras personas que nos rodean.
A continuación, se muestran algunas claves para poder conseguirlo:
Las claves de la autenticidad
1. Abstenerse de decir mentiras pequeñas a la familia y amigos, como por ejemplo, los elogios no sinceros o excusas para justificar ciertas conductas.
2. Piensa en maneras creativas de relacionarte con los demás, ya que para poder ser auténtico y honesto, hace falta ser asertivo y expresar tu opinión respetando la de los demás.
3. Monitoriza cada vez que dices una mentira, aunque sea pequeña, es importante darse cuenta de las mentiras que podemos decir para evitar hacer daño a los demás o para evitar una represalia. Por lo que será de gran relevancia intentar hacer tu lista más corta todos los días.
4. Detecta mentiras por omisión, como por ejemplo, no ofreciendo información importante en la venta de un artículo usado, y piensa cómo te sentirías si alguien hiciera lo mismo contigo.
5. Evalúa tu satisfacción de forma positiva con hechos auténticos, honestos y genuinos, frente a las acciones poco honestas y menos auténticas que son menos recomendables.
6. Reflexiona si tus próximas cinco acciones importantes coinciden con tus palabras y viceversa, la clave de la honestidad es la congruencia entre palabras, pensamientos y hechos.
7. Escribe sobre temas para los que sientas una obligación moral teniendo en cuenta la información y los recursos disponibles. Esto ayuda a cristalizar e integrar el pensamiento.
8. Piensa y actúa de manera justa, cuando estés frente al próximo reto y teniendo en cuenta el abanico de posibilidades, independientemente del impacto que tenga en tu posición o popularidad.
9. Solicita roles con una estructura clara que te permitan ser auténtico y honesto. El rol que ejecuta a una persona, en gran parte está influido por la personalidad y fortalezas del individuo y estas a su vez determinarán la ejecución correcta de dicho rol.
¿La honestidad no depende de la voluntad?
Un curioso estudio dirigido por Joshua Greene (Universidad de Harvard) parece demostrar que las personas honestas no tienen que hacer ningún esfuerzo consciente para serlo, sino que por el contrario la honestidad depende más de una predisposición natural o espontánea.
En términos neurológicos esto supone que, ante las tentaciones, la actividad cerebral de los individuos honestos no se incrementa, mientras que la de las personas deshonestas sí lo hace. Estos hallazgos han sido posibles gracias a las nuevas tecnologías en el ámbito de la neuroimagen.
Según los resultados obtenidos la honestidad sería el resultado de la ausencia de tentaciones, es decir, que el individuo no llega a sentir la tentación, aunque la haya, y por tanto no tiene que resistirse a ella.