Dismaland: la retorcida versión de Disneyland según Bansky

La cenicienta ha muerto. Tuvo un trágico accidente de tránsito montada en su carroza con forma de calabaza. Sus brazos y su larga cabellera rubia caen desde la ventanilla destrozada hasta casi rozar el pavimento y los paparazzis no paran de tomarle fotografías. Contra el cielo, las torres de un castillo abandonado completan la lúgubre escena.

El artista callejero Bansky, famoso por sus controvertidas obras que denuncian temas políticos y sociales (¿quién no conoce el graffity del joven manifestante que en vez de arrojar piedras tiene un ramo de flores en la mano?) diseñó y llevó a cabo un parque de diversiones que, según sus palabras, “no es apto para niños”.

“Se prohíben estrictamente pinturas en aerosol, rotuladores, cuchillos y representantes legales de la Corporación Walt Disney» reza la página web de Dismaland, haciendo referencia directa a la sátira hacia el paradigma de la industria cultural infantil que Disney representa.

Además de sus propias obras, se exponen trabajos inéditos de otros artistas como Damien Hirst, Jenny Holzer y Jimmy Cauty. Entre todos, exploran conflictos actuales como la crisis inmigrante, el maltrato animal, la corrupción, la guerra y el consumismo.

Bansky, de quien nadie más allá de un círculo muy íntimo de amigos conoce su verdadero nombre, o cómo y en dónde vive, también cercó el proyecto con un manto de hermetismo: antes de inaugurarlo, informaron a los pobladores de Somerset, Inglaterra, que aquello que se estaba montando era un set de filmación para una película de Hollywood.

La instalación puede visitarse hasta el 25 de septiembre y cuesta 5 dólares la entrada. Los espectáculos funcionan de corrido desde las 11 de la mañana hasta las 11 de la noche. El parque ha tenido tanta demanda por conocerse que el sitio online encargado de vender las entradas estuvo colapsado.