Educar a nuestros hijos en sueños no significa evitar que tengan los pies en el suelo para ver la vida con objetividad y responsabilidad.
Educar en sueños es infundir ilusiones, es dar estrategias para que se sientan libres y capaces de crear sus propios horizontes.
Toda crianza donde esté presente el miedo supone, en primer lugar, crear improntas donde la inseguridad, la incertidumbre y el temor van a poner grilletes en el corazón y en los pies de ese niño.
El miedo daña, el miedo hiere y nunca será pedagógico.
Si bien es cierto que ninguno de nosotros somos hábiles estrategas en materia de pedagogía o psicología infantil, lo que sí sabemos es que cada niño tiene una necesidad, y que no hay mejor respuesta que aquella que se ofrece desde el corazón, siendo cercano, siendo un guía excepcional que desea invertir en felicidad, nunca en miedo.
Hoy en nuestro espacio te proponemos ahondar en este interesante tema: el valor de educar en “sueños”.
Cuida a tus hijos, son un material muy frágil: están hechos de sueños
El cerebro de un niño es una entidad deseosa de aprender, experimentar, percibir, sentir y soñar. Su neuroplasticidad es sencillamente increíble, y lo seguirá siendo de forma poderosa hasta los 4 o los 5 años.
Todo lo que suceda durante esta primera infancia tendrá, sin duda, una huella perdurable en sus cerebros. Por ello, es vital que a lo largo de este tiempo cuidemos el vínculo, que fomentemos un apego saludable y excepcional donde el niño se sienta amado y seguro.
Es posible que el enunciado te haya llamado la atención: ¿Están los niños hechos de un “material frágil”? En cierto modo sí, por las siguientes razones.
- El impacto de las primeras experiencias en la vida de un niño pueden determinar su posterior desarrollo.
- Una criatura que no es atendida cuando llora, por ejemplo, crecerá con un estrés importante.
- Un bebé que no es acariciado, abrazado y que no siente la piel de su madre, el afecto de su padre o de cualquier otro progenitor que cumpla ese papel, no establecerá tantas conexiones neuronales como ese otro bebé que goza de una atención constante y enriquecedora.
Los niños son más frágiles de lo que pensamos, porque interpretan el mundo de acuerdo a los estímulos que reciben. Por ello, hemos de ser extremadamente cuidadosos y sabios.
El refuerzo positivo, la ilusión y los sueños
Educar a nuestros hijos requiere tiempo, paciencia y muchas ilusiones por nuestra parte. Ahora bien, algo que suele ocurrir muy a menudo es que nos surgen dudas.
¿Seré una buena madre? ¿Seré un buen padre para mi hijo?
No te obsesiones con esas preguntas. A veces, el progenitor que se guía por su propio instinto es siempre el más acertado.
Porque su intención se guía por el amor, y cuando hay cariño existe una conexión íntima con el niño que nadie más puede comprender.
- Educa sin miedos, sin temores. Lo primero que va a necesitar un niño que ya se abre al mundo, que empieza a caminar, a hablar y a interactuar con su entorno es la seguridad de unas manos que lo atiendan y de una voz que lo guíe dándole ánimos para que explore, descubra, juegue y se divierta.
- La vida de un niño debe estar unida al juego. Es un modo de transformar su realidad y de ir entendiéndola. Propicia estos instantes y compártelos con él.
- Haz que sueñe a través de los juguetes, de los libros, de correr en la calle, de ensuciarse las manos con el barro, la tierra y las flores.
- Cuantas más experiencias y más conversaciones, más sueños. Si ponemos vetos, si llenamos su vida de silencios y de “ahora no que molestas”, “ahora no que no tengo tiempo”, “ahora no, que siempre me vienes con tonterías”…
Finalmente ese niño crecerá con miedo y con la sensación de no ser importante.
No debemos hacerlo. El mejor regalo que puedes hacerle a tu hijo se llama “tiempo”.
Intuye y afronta los miedos que pueda tener tu hijo
Hay que tenerlo en cuenta. El mundo de los niños es muy complejo, y aunque cuidemos cada aspecto y cada detalle, como padres nos es imposible llegar a todos los ámbitos de su vida.
- Cuando empiezan a ir al colegio pueden sufrir acoso, pueden desarrollar ciertos miedos, ciertas ansiedades… Es importante estar atentos.
- No dudes en establecer un instante de complicidad con tus hijos cada día para hablar sobre cómo ha ido el día.
- Ante de dormir, por ejemplo, podemos establecer una charla distendida, sin sondear ni hacer de jueces, pero sí sabiendo intuir y dándoles comodidad para que hablen.
No importa que tengan 4 o 14 años. Siempre necesitarán tu ayuda. Hay que estar ahí para ellos.
Fuente: Mejorconsalud