El peor parásito de toda relación ¿sabes cómo detectarlo en la tuya?

Serafina se quedó un rato cabizbaja

El peor parásito de toda relación ¿sabes cómo detectarlo en la tuya?

Autor: Arturo Ledezma

Serafina se quedó un rato cabizbaja. Apretó los pasajes contra su pecho. Miró a su niña absorta en sus juegos infantiles, y sintió que era tiempo de caminar calle arriba rumbo a la terminal de autobuses. Ella se había casado hace diez años para huir de su madre desesperada por deudas y otras miserias humanas.

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Sus síntomas: altivez e indiferencia

Abelardo era elegante, en ocasiones amable y parecía gentil. Ella aún recordaba su tono de voz cuando él le había dicho frente al sacerdote: «me caso contigo para amarte». Pero en la intimidad de la alcoba él le confesó que se había casado con ella porque necesitaba una mujer que lo sirviera. Su labor consistía en darle veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año, satisfacción en todas sus necesidades sin importarle si ella estaba de acuerdo o no. A él no le importaba nada de ella. No tenía idea del número de su calzado, color favorito, el nombre de sus sobrinos, sueños, ni frustraciones.


Nadie puede ser feliz con él en casa

Ella en un principio creyó que vivir con él era mejor que vivir una vida dura junto a su madre adicta. Con el paso del tiempo, empezó a preguntarse si la felicidad era posible. Pero el deseo de conocerla le asaltó el día que su hija de tres años le preguntó por qué ella no lucía como las madres de sus amigas.

Abelardo había dejado de ser su salvación el día que la sometió a hacer cosas que ella no consentía. Ahora estaba decidida a escapar de la prisión que era convivir con su esposo. Subió al autobús sin vacilaciones. Su hija se recostó en su falda y le besó el rostro demacrado. Una brisa fresca entró por una de las ventanas. El autobús se puso en marcha.

El virus del egoísmo

El egoísmo es un espejo que no tiene lugar para el reflejo del prójimo, porque la actitud que se adopta es la de alguien que sólo piensa en sí mismo y no pide otra cosa que satisfacer sus deseos y necesidades. Abelardo con su actitud egoísta vio a Serafina como un objeto, hizo un culto a su propio ego, idealizándose a sí mismo, sin respetar los deseos y necesidades de su esposa. Con cada acto egoísta la cosificó, llegando al grado de denigrarla para conseguir sus deseos.

El egoísmo es fruto de la crianza

Su egoísmo fue el producto de su crianza. Desde pequeño aprendió a utilizar a las personas, aprendió con quien vincularse y lo que esa amistad le podía proporcionar. En las conversaciones cotidianas su madre le hizo notar que los otros eran buenos amigos en la medida que le daban lo que él necesitaba. «Tienes que hacer amistad con Pedro que tiene padres profesionales», «no invites a Elena que siempre te trae baratijas para tu cumpleaños.»

El egoísmo es sin duda alguna uno de los peores parásitos que afecta la relación matrimonial. Paulatinamente va tomando las vísceras del cuerpo hasta enquistarse en el espíritu. Tiene el rostro de un bebé insatisfecho y el cuerpo de un ser que se idolatra a sí mismo.

El egoísmo impide el desarrollo y la felicidad de la persona

Nada sabe de amores maduros, porque vive esperando que el otro le de todo lo que necesita para sentirse satisfecho. La persona egoísta vive reclamando listas interminables de momentos y situaciones donde tuvo que dar algo de sí, «además de que pago las cuentas te quejas de que no te escucho.» Abelardo nunca dispuso de unos minutos al día para sentarse a dialogar con Serafina. Y si lo hizo fue para reprocharle alguna cosa. Su tiempo libre lo pasaba en el bar con sus amigos, o jugando fútbol con los compañeros de trabajo.

Jamás reconoció sus equivocaciones, siempre tuvo necesidad de tener la última palabra. La opinión de Serafina sólo importaba a la hora de comprar desodorantes masculinos. Hizo caso omiso del llanto de Serafina, su insensibilidad fue ahogando las ilusiones que ella tenía. Atrincherado en su propia burbuja dictó reglas, opiniones y comentarios que los demás debían sostener.

Si te identificas con Abelardo recuerda que del egoísmo nacen los divorcios, y otros males. No dejes que este afecte el amor conyugal y te prive de vivir con quien amas: siempre es mejor edificar un matrimonio feliz a través de la humildad y el perdón.


Texto y fotos de Familias.com


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