El pasado 27 de julio la policía descubrió en un condominio de Chicago el cuerpo del peluquero Trenton James Cornell-Duranleau, de 26 años, novio de Wyndham Lathem, de 46. Tenía 70 puñaladas y estaba casi decapitado. Le habían seccionado la arteria pulmonar.
Lathem fue inmediatamente sospechoso del brutal crimen, puesto que el cadáver apareció en un apartamento de su propiedad y él había desaparecido del lugar. Hasta el momento de escaparse trabajaba como profesor de microbiología en la universidad de Northwestern.
Las investigaciones, sin embargo, revelaron una trama impensada sobre el origen y los motivos que llevaron al profesor a matar con semejante saña al peluquero.
Lathem había adquirido en las semanas previas un pasaje para que otra persona viajara desde Londres a los Estados Unidos, con destino final en el aeropuerto de Chicago. Por esa terminal aérea recogió a Andrew Warren, británico de 56 años.
Se trata de un empleado de la universidad de Oxford, una de las más prestigiosas del Reino Unido y del mundo. Lathem y Warren se habían comunicado con mucha frecuencia a través de un chat y de esos contactos surgió el móvil que llevó a aclarar el origen del crimen.
Durante semanas estuvieron alimentando «su fantasía sexual de matar a otras personas y luego a sí mismos», según la descripción que realizó Natosha Toller, de la fiscalía que investiga el caso, en la corte. El juez Adam Bourgeois Jr. sacudía la cabeza, atónito ante la escalofriante narración de los escabrosos detalles que le fueron develados.
El crimen
Aquel domingo 27 de julio, Cornell-Duranleau dormía tranquilamente en el condominio de Lathem, un apartamento en el noveno piso. A las 4:30 AM, el dueño de casa y Warren llegaron al lugar y entraron sigilosamente para no despertar a su víctima.
Warren espero de pie junto a la puerta de la habitación, con su celular listo para registrar lo que estaba por pasar. Lathem se acercó a su novio con un cuchillo aserrado de 15 centímetros de largo. Entonces comenzó a consumar su macabra fantasía,hundiendo el arma homicida una y otra vez en el pecho y la garganta del peluquero.
Sin embargo, Warren no pudo registrar el hecho. Cuando Cornell-Duranleau despertó gritando y comenzó a luchar por su vida, Lathem le pidió a su invitado británico que lo asistiera para evitar que la víctima escapara de su ataque.
Warren le tapó la boca para evitar que sus gritos alarmaran a los vecinos y lo golpeó en la cabeza con una lámpara. Luego salió de la habitación y regresó con dos cuchillos máspara unirse a Lathem. Cornell-Duraleau peleó sin resultado. Solamente logró lastimar la mano de Warren al morderlo.
Cuando su resistencia mermó y su boca quedó libre, solamente alcanzó a balbucear sus últimas palabras: «Wyndham, ¿qué estás haciendo?»
Pocos días después, Wyndham Lathem y Andrew Warren fueron arrestados en California, sin oponer resistencia alguna.
Al finalizar la exposición de la fiscal, fue el turno del juez: «Los hechos atroces hablan por sí mismos», dijo. Luego decidió que tanto Lathem como Warren, ambos acusados formalmente de homicidio en primer grado, deberán permanecer en la cárcel hasta que llegue el juicio, sin posibilidades de salir bajo fianza.