Malí nació libre en la naturaleza, en Sri Lanka, pero la atraparon siendo un bebé y la llevaron a un zoológico en Manilla, Filipinas, a miles de kilómetros del lugar donde nació.
En un comienzo vivió junto a otros dos elefantes, pero estos murieron poco después de la llegada de Malí en 1977.
Desde ese día ha vivido completamente sola. De sus 43 años de vida, 35 los ha pasado en absoluta soledad.
Miles de personas han firmado una petición para que el gobierno de Filipinas transfiera a Malí a un santuario, donde puede vivir el resto de sus días en un entorno más cómodo.
El grupo de derechos de los animales PETA la describió como «uno de los elefantes más tristes del mundo».
«Los elefantes salvajes participan en actividades de hasta 20 horas al día, moviéndose y socializando con otros elefantes», dijo un portavoz.
«Todo el Zoo de Manila mide sólo 0.055 kilómetros cuadrados, y el recinto de Malí es un pequeño pedazo de eso».
Malí sufre problemas con sus articulaciones y pies porque en todos estos años sólo ha pisado cemento.
Un santuario en Tailandia podría proporcionar a Malí de espacios abiertos para vagar, estanques para bañarse, vegetación fresca y la compañía de otros elefantes para detener su aislamiento.
«Por favor, insten a las autoridades a tomar medidas inmediatas para transferir Malí a un santuario. Su salud y su cordura dependen de ello», dice la petición.
La gente ha seguido la campaña «Malí libre» por algún tiempo, pero hasta ahora el gobierno que posee el zoológico se ha negado a moverla.
La petición ha sido firmada más de 120.000 veces.
¿Qué hacer contra esta crueldad innecesaria?