Louise Edlen tiene 93 años de edad y todas las mañanas agita sus dos manos para saludar a un autobús escolar lleno de niños. Esto lo ha hecho durante 5 años y cada mañana está ahí en la ventana del comedor de su casa. Ella no sabe sus nombres, pero se conforma con las sonrisas en sus rostros. Esta rutina matinal era tan importante para los niños que un día cuando vieron que la “abuelita en la ventana” no estaba, muchos se preocuparon. Al día siguiente tampoco apareció. Carol Mitzelfeld, la conductora del bus número 7 de Arlington, quizo averiguar que sucedía y fue entonces que comenzó una hermosa historia.
Así lo cubrió un noticiero local:
Mitzelfeld averiguó que la señora Edlen había tenido un ataque y estaba hospitalizada. Entonces le llevó flores y saludos de los niños.
La abuelita emocionada con la preocupación de los chicos por su salud decidió dejarles un lindo homenaje en la ventana:
En respuesta, los niños hicieron una imagen del autobús en que todos los estudiantes la saludaban.
“Carol [la conductora] nos dijo que muchas veces ella no recuerda el nombre de su hija, pero siempre recuerda saludar a los niños del autobús. Eso me hizo sentir realmente especial”.
-Axtin Bandewerfhorst, alumna de séptimo grado que va en el autobús cada mañana-
Esta hermosa historia demuestra que a veces pequeños gestos pueden lograr grandes cosas. Una sonrisa, una palmadita en el hombro o un simple saludo pueden cambiar la vida de las personas. Estos niños y la “abuela de la ventana” comparten un vínculo que es más importante que mil palabras.
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