Conrad Roy era un joven de tan solo 18 años que llevaba la mayor parte de ellos luchando con una depresión agobiante y una ansiedad social que le impidió hacer uso de las becas que ganó gracias a sus excelentes calificaciones. El 2013 ya había tratado de suicidarse con una sobredosis de pastillas, pero una amiga suya logró llamar a la policía a tiempo.
Cuando la enfermedad volvió a ser demasiado para el, Conrad Roy decidió confiar en la persona que más quería en el mundo, su mujer de confianza, su novia: Michelle Carter.
Carter y Roy no vivían cerca. Se había conocido durante unas vacaciones familiares y su relación estaba compuesta mayormente de mensajes de texto y llamadas telefónicas. Gracias a ello tenemos un registro de lo que Michelle Carter hizo por su “querido” novio.
Carter alentó a Roy a suicidarse con un ímpetu incansable hasta que lo logró: Conrad Roy murió el domingo 13 de julio del 2014, encerrado en su auto en el estacionamiento de un supermercado.
Sus mensajes la condenaron. Tras examinarlos y analizar cuidadosamente su parte en la muerte de Conrad Roy por más de dos años, Michelle Carter fue condenada a 15 meses de cárcel y dos años y medio en libertad condicionalpor “asesinato involuntario”.
¿Pero se hizo justicia?
Los abogados de Michelle Carter apuntaron, quizá muy tarde, a la hoja psiquiátrica de la joven, quien sufre de desordenes alimenticios y conectó con Roy justamente por sus extrañas mentes. Un abogado los describió como “dos tristes individuos”.
La tía de Conrad Roy, Kim Bozzi, reveló a ABC que la situación sólo se había vuelto más grave tras su condena.
“[Michelle Carter] quería ver su cuarto y quedarse con algunas de sus cosas. También nos pidió algunas de sus cenizas. Todo se ha puesto muy raro”.
Sin embargo la mujer no siente compasión por la joven.
“No creo que lo haya ayudado a suicidarse, creo que lo forzó a matarse. Creo que si no fuera por ella, él todavía estaría con nosotros.
Ahora debe vivir como la persona más odiada en todo el país”.
Los abogados defensores han indicado que la joven se siente profundamente culpable por lo ocurrido y que requiere de terapia, no de cárcel, para rehabilitarse.