Fotografías que muestran el machismo del porno lésbico

Es posible que alguien haya predicho alguna vez que llegaría el día en que conseguir sexo sería casi tan fácil como comprar comida rápida en McDonald’s

Fotografías que muestran el machismo del porno lésbico

Autor: Andrea Peña

Es posible que alguien haya predicho alguna vez que llegaría el día en que conseguir sexo sería casi tan fácil como comprar comida rápida en McDonald’s. Claro que la expresión “conseguir sexo”, no se refiere precisamente a empatar el cuerpo con el de alguna persona dispuesta a compartir su intimidad; más bien se trata de adquirir cualquier referencia a este acto a modo de estimular la imaginación al punto de pensar en que quien está en el cromo o la pantalla, no es otro que el espectador.

Antes de la década de los setenta, la industria porno no era tan redituable como lo es hoy; quienes consumían este tipo de productos tenían que acudir a lugares ocultos, casi ilegales, donde se distribuían filmes e impresiones de corte erótico —ni siquiera pornográfico— en paquetes totalmente sellados, como si se tratase de drogas o algún otro producto ilícito. Aunque la venta de este tipo de materiales no era precisamente ilegal, la moral conservadora hacía que los consumidores se escondiesen como si explorar su sexualidad fuese el peor pecado del mundo.

Posteriormente, con la llegada de la revolución sexual, el consumo de porno comenzó a normalizarse; aunque esto devino en una especie de problema: al mostrar relaciones falsas que sólo cumplían con retratar las fantasías de sus espectadores, estos comenzaron a generar nuevas filias y fijaciones cada vez más extrañas, o bien, difíciles de poner en una pantalla o una revista. La curiosidad fue avanzando tanto que, para el público masculino, el material de contenido lésbico comenzó a ser el nuevo favorito por retratar algo que para ellos resulta totalmente ajeno.

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¿Cómo una práctica completamente alejada de lo heterosexual era tan socorrida incluso por el público conservador? En su libro “Lesbians for Men”, Dian Hanson explica que este fenómeno se debe al descubrimiento de la bisexualidad femenina; la fotógrafa explica que mientras trabajaba en algunas casas productoras de pornografía, era común ver que las mujeres llegaban al orgasmo mientras estaban con otras mujeres a comparación de cuando se encontraban en una “relación” heterosexual. Este hecho despertó rápidamente el morbo de los hombres y tanto las actrices como las productoras vieron en esto una forma de obtener ganancias mucho más grandes

Al mismo tiempo que el consumo de porno lésbico comenzó a extenderse, también lo hicieron las críticas por parte de las feministas hacia las mujeres que prestaban sus cuerpos a esta actividad. Para las activistas, las protagonistas de esta cinta estaban permitiendo la cosificación de sus cuerpos al “venderse” como lesbianas cuando en realidad no lo eran.

 

Evidentemente el libro de Hanson no justifica en ningún momento el machismo que recae sobre la industria no sólo del porno, sino también de los medios de comunicación quienes han sacado provecho de toda la polémica y el morbo que se desataron a partir de la década de los noventa cuando incluso en televisión abierta comenzaron a difundirse prácticas lésbicas con toda naturalidad, incluso a pesar de que grupos tanto conservadores como feministas se manifestaron en contra de estos contenidos y solicitaron su remoción.

 

 

Resulta extraño percatarse de que, en nuestro deseo por tenerlo todo, no hemos sido capaces de cambiar una postura tan arcaica acerca del sexo. Tanto que llegamos al punto en el que prácticamente se fabrican fantasías sexuales, como si éstas fueran productos de consumo diario justo como los que se comercializan en los supermercados o locales de comida rápida.

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