“Eres hermosa”, “acepta tu cuerpo”, “quiérete como eres”… La pantalla se llena de frases de amor y aceptación más rápido de lo que podías imaginar y antes de que puedas reaccionar ya tienes 32 mensajes sin leer y siete personas están intentando llamar a tu teléfono, todo por publicar tu interés en una cirugía plástica. Ya no importa cuál sea, parece que cambiar algo estético se ha convertido en lo antinatural de las nuevas generaciones, pero tú no te sientes como la nueva generación, sólo quieres cambiar lo que tú consideras que no va de acuerdo a tu personalidad y sentir, y por eso nadie te perdona.
Con aproximadamente 24 millones de cirugías plásticas al año a nivel mundial, las estadísticas muestran que el incremento de senos y el rejuvenecimiento facial son las principales causas por las que la gente entra al quirófano.
Las razones para entrar son distintas y la artista Ji Yeo explora el sufrimiento y la excitación de una mujer al transformar su cuerpo de una forma tan invasiva.
En “Beauty Recovery Room”, la fotógrafa coreana que vive en Estados Unidos explora el sufrimiento de las mujeres que han optado por “mejorar” su cuerpo o rostro.
«Aunque en Los Ángeles lo sexi sea enfatizado, en Corea las nociones de inocencia, feminidad e infancia son las que gobiernan … la mayoría de las cirugías plásticas hechas en Corea buscan minimizar las características asiáticas y hacer a las mujeres coreanas mucho más como las caucásicas».
La cirugía plástica sirve como una forma de evaluar el sentir de la gente, pero al mismo tiempo permite ver cómo otras culturas son tan influyentes en ciertas zonas que pueden encontrarse a miles de kilómetros de distancia. En este caso (y como siempre) es la hegemonía estadounidense la que afecta a las mujeres que Ji Yeo retrata.
En el pasado la artista francesa conocida como Orlan conmocionó al mundo del arte al ponerse bajo el bisturí en pro de parecerse a la Mona Lisa y en otra ocasión a la Venus de Botticelli; su trabajo demostró lo que muchas mujeres sufren y además de ser una crítica a la cultura de las cirugías era un fuerte discurso artístico y feminista. La obra de Ji Yeo explora una realidad menos morbosa, pero no por eso menos impactante.
Sus imágenes son crudas por la honestidad que suponen. Los cuerpos en primer plano de personas cuyas expresiones faciales son mínimas debido a la hinchazón y la anestesia. Algunas tienen mínima producción, otras parecen haber sido tomadas sin ninguna noción o concepto de fotografía, pero eso sólo hace que las personas se vean más reales .
El precio de la belleza parece importarles poco. Según la autora de las fotografías, en entrevista para el Huffington Post:
«Estaba sorprendida por lo común que a ellas les parece la cirugía plástica y cuánto parecía darles placer y satisfacción. Durante la sesión, aunque se encontraban en un gran dolor, podía sentir su emoción, la emoción de los sueños realizados».
Entre cicatrices, vendas, sujetadores, analgésicos y relajantes pasan sus días esperando recuperarse para ser una versión nueva de ellas mismas. Con los mismos (o más) problemas económicos, pero esperando que el cambio físico sea lo que las ayude a mejorar su bienestar emocional. Ella no espera hacer cambiar de opinión a la gente, sólo muestra una realidad dolorosa que sí logra yuxtaponer la expectativa con la realidad. ¿En verdad todo esto vale la pena?