Se le llama concentración, aunque para algunos futbolistas es un campo de concentración como aquellos de la Alemania nazi. Así se le conoce a ese lugar donde un grupo de jugadores habitualmente permanece recluido al menos unas 28 horas antes de cada partido se creó con un propósito muy claro: poder tener controlar, en un espacio reducido, las actividades de los futbolistas en las horas previas a un juego. Durante mucho tiempo fue la mejor manera de no permitir grandes desvelos de los jugadores, asegurarse de que reciban la alimentación adecuada y, quizás lo más importante, evitar que los deportistas tengan actividad sexual.
Fútbol y Sexo, mitos o verdades
Se le llama concentración, aunque para algunos futbolistas es un campo de concentración como aquellos de la Alemania nazi
Es que por un largo período de tiempo había una teoría que aseguraba que tener sexo antes de los partidos debilitaba a los jugadores. Por eso, toda relación sexual estaba prohibida por los entrenadores y preparadores físicos de los equipos. Y por más que la ciencia se encargó de demostrar que una relación sexual normal, sin demasiados excesos, no consume muchas calorías ni agota, siempre fue visto como algo nocivo y distractor.
Ese mito se empezó a derrumbar en 1974, cuando Rinus Michels, seleccionador de Holanda, sorprendió al mundo al permitir que sus muchachos viajaran al Mundial de Alemania con sus esposas y parejas, y que compartieran con ellas el alojamiento durante toda la competencia. Aquella medida –luego repetida por ellos mismos en Argentina 1978- provocó reacciones adversas en gran parte de la afición holandesa, pero increíblemente Holanda logró la mejor actuación de su historia. Llegó a la final, maravilló a todos con un fútbol que aún hoy sigue siendo recordado. Alguien podrá decir, con razón, que no fue el sexo lo que les hizo ganar, pero también quedó demostrado que al menos tampoco fue un factor nocivo.
Alguna pista de esto ya se tenía cuando en los Olímpicos de México 1968 el atleta estadounidense Bob Beamon consiguió un récord de salto largo que se mantuvo vigente durante 23 años. Días después, Beamon confesó que en la mañana previa al récord mantuvo relaciones sexuales con una compatriota competidora, obviamente sin el consentimiento de su entrenador.
Según Andrés Flores Colombino, médico y profesor de sexología clínica de la Universidad La República, en Uruguay, el impacto físico del sexo antes de un partido es mínimo. “Una persona con un peso normal pierde durante un acto sexual entre 400 y 700 kilo-calorías, eso se recupera con un vaso de leche y dos galletas”, aseveró.
Carlos Bilardo, técnico campeón mundial con Argentina en México 1986 y además médico, trataba de evitar que sus jugadores tuvieran sexo, y en el caso de que no pudieran abstenerse recomendaba que “el futbolista siempre esté abajo en el acto sexual, porque el esfuerzo es menor”.
Si bien el sexo en sí mismo, ya está demostrado, no representa una gran amenaza al físico del deportista, puede ser muy contraproducente si es el disparador de otros desarreglos. Ejemplo: la combinación sexo, alcohol y pocas horas de sueño, ya que una cosa lleva a la otra.
No es casualidad que cada vez más selecciones permitan llevar a las esposas o novias en casos de concentraciones largas. Por tratarse de sus parejas estables, todo tiende a ser más normal y además así se evitan otro tipo de escándalos cada vez más frecuentes: jugadores que se escapan de los hoteles para poder tener encuentros sexuales furtivos o la contratación de prostitutas que llegan a la concentración.
Ronaldo Nazario, ya retirado, recuerda sus escapadas nocturnas en la Copa América de Bolivia 1997 junto a Romario: “Teníamos toda una estrategia montada muy profesional. Salimos por la parte de atrás del hotel y él escaló el muro primero. En el otro lado del muro ya tenía una escalera preparada para la salida y un taxi esperándonos. Además, no es cierto que el sexo perjudica el rendimiento. La masturbación cansa mucho más”. Demás está decir que Brasil fue campeón, lo mismo que había pasado casi cuarenta años antes en el Mundial de Suecia 1958, cuando escaparse del hotel para tener relaciones sexuales era una aventura sin demasiado riesgo: no existían los celulares con cámaras, tampoco las redes sociales y además los jugadores eran tan famosos… Eso sí, cuenta la leyenda los brasileños campeones del mundo dejaron varios hijos en aquel país, fruto de las escapadas de sus estrellas de la concentración.
¿Sexo o no sexo?
Los defensores de ambas teorías tienen ejemplos exitosos para contar y también de los otros. Además del caso de los holandeses y de Bob Beamon se puede mencionar el de Alemania en México 1986 y también, siguiendo la regla del sexo libre, el fracaso de Francia en Corea Japón 2002. Por otro lado, Alemania logró ganar la Euro 1996 bajo el estricto régimen de Berti Vogts –relaciones prohibidas durante todo el torneo-, pero también la había aplicado en el Mundial 1994, donde le fue mal. Por lo tanto, esto confirma que los éxitos y los fracasos se deben a situaciones deportivas y no a una preparación física mermada o potenciada por la actividad sexual del jugador.
Hay otro estudio científico publicado en 1987 en Archivos de Medicina de Deporte, una revista de la Federación Española de Medicina del Deporte, llamado “Estudio comparativo del rendimiento físico antes y después de la actividad sexual en varones”. Allí queda demostrado que no hay diferencias significativas en el rendimiento entre un grupo de deportistas que no había mantenido actividad sexual y otro que sí la tuvo la noche anterior y una hora antes del test. Otras pruebas realizadas en Estados Unidos e Israel arrojan resultados similares.
Aún sabiendo estos resultados, muchos entrenadores prefieren mantener la veda sexual a sus jugadores. ¿Por qué? Porque además del riesgo de que lo combinen con el alcohol y el desvelo –un cóctel peligroso-, existe otro factor que puede tener efectos devastadores, más en lo anímico que lo físico: una relación sexual que implica infidelidad, ya que produce un desgaste significativo. Bueno, excepto algunos futbolistas ya curtidos en esas lides como John Terry, capitán del Chelsea, capaz de acostarse con la esposa de un compañero, Wayne Bridge, lo cual ocasionó un daño aún mayor.
Carlos Parreira, campeón con Brasil en USA 94 y ex seleccionador de Sudáfrica y Kuwait, fue muy sincero: “El sexo y su relación con el fútbol es el tipo de pregunta que no tiene ninguna escapatoria. Si yo dijese sí, está liberado, evidentemente sería acusado de irresponsabilidad por quien entiende de deporte de alta competición. Si lo prohibiese me mandarían a internar en un manicomio y con razón. ¿Cómo prohibir sexo en pleno siglo 21? El sexo es bello y positivo: el problema para un futbolista es no dormir, fumar o beber alcohol”.
Algo similar piensa el técnico panameño Gary Stempel, quien fue seleccionador de su país, del San Francisco y del Águila salvadoreño, entre otros: “Si no es muy vigoroso, no hay problema. También depende del tiempo de concentración. Les permito visitas de mujeres a mis jugadores. Eso sí, tienen que tener una relación ya con ellos, no permito mujeres desconocidas”.
La sensación es que cada vez hay menos restricciones. En muchos casos, sobre todo cuando se trata de competiciones de clubes, los entrenadores confían plenamente en sus jugadores. En Inglaterra, por ejemplo, desde hace muchísimo tiempo que los jugadores no se concentran el día antes de jugar: directamente se encuentran a determinada hora en el estadio, a menos que tengan que viajar a otra ciudad. El Barca de Guardiola también empezó a aplicar esa modalidad e incluso cuando jugaban de visita, cada jugador dormía en su casa, y salían muy temprano el mismo día del partido.
Con el correr de los años, el tabú se ha ido rompiendo, los mitos han empezado a desaparecer y ahora hasta parece lo más normal del mundo que en la villa olímpica de Londres, donde habitaban los deportistas elite del mundo entero en el mismísimo momento de la competición más importante de sus vidas, se hayan repartido más de 150,000 profilácticos. No pareció que se tratara de simples souvenirs para llevar a casa de recuerdo. Claramente eran para usarlos.