«No se trata de tener derecho a ser iguales, sino igual derecho a ser diferentes».
En una leída rápida y poco reflexiva, la premisa suena algo cliché. Sin embargo, basta con darle una breve segunda vuelta para que el mensaje que subyace en ella cobre todo el sentido necesario. En Chile existen alrededor de 300 mil niños en situación de discapacidad y, a simple vista, pareciera que el número es demasiado alto. No obstante, lo alarmante del asunto radica muy lejos de lo «elevada» que aparenta ser la cifra.
El problema, más bien, se encuentra en que esos 300 mil niños deben enfrentarse diariamente a una realidad en la que sus derechos quedan marginados con preocupante frecuencia, y donde sus oportunidades son inmensamente desiguales en comparación a las de los niños que no se encuentran en situación de discapacidad.
Un equipo de jóvenes profesionales advirtió el problema y se propuso marcar la diferencia en la vida de estos niños utilizando el menos convencional de los métodos, pero obteniendo el más grande de los resultados.
Crearon la Fundación GoodLife y, lo que en un comienzo parecía ser apenas un sueño, hoy está dando frutos insospechados. Utilizando las actividades al aire libre y el turismo inclusivo como la más poderosa de sus herramientas, GoodLife ha recibido a decenas de niños y familias en la localidad de Pichilemu que, increíblemente, ya están contando una historia distinta.
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Tobías Acuña, Germán Yavar y Victoria Barraza, directores y fundadores de GoodLife, han sido fieles testigos de cómo, en un corto periodo de tiempo, las actividades al aire libre han generado un enorme impacto en la vida de los niños.
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«Una historia muy reveladora es la de Pedrito que tiene nueve años», cuenta Germán Yavar. «Él tiene Síndrome de Asperger y le daban mucho miedo los caballos. Tal vez porque nunca se había subido a uno y no sabía de lo que se trataba. Lo que hicimos nosotros, entonces, fue guiarlo y motivarlo, cuidadosamente, a que se subiera a uno. Todo esto con un importante apoyo psicológico. Lo increíble es que él fue el primero en subirse y cabalgar. ¡Les tenía miedo pero no sabía por qué! Luego, al día siguiente, le contó a su mamá que tenía un miedo menos en la vida. ‘Ya no tengo le tengo miedo a los caballos’, le decía, con una sonrisa de oreja a oreja… De esta manera nosotros con Tobías y Victoria hemos podido darnos cuenta de que en la conexión con la naturaleza se logran cosas que en otros escenarios serían imposibles».
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Actualmente, Fundación GoodLife trabaja en Pichilemu pero tiene como próximo objetivo el de expandirse para brindar apoyo a la mayor cantidad posible de niños.
«Sería ideal que esta iniciativa se pudiera replicar a nivel país», señala Tobías Acuña. «Sin embargo, creemos primordial consolidar las cosas en Pichilemu para luego poder ofrecer la mejor ayuda y el apoyo más eficiente en otras regiones».
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Obtén más información acerca de esta notable iniciativa en www.fundacióngoodlife.org
Y recuerda siempre:
«No se trata de tener derecho a ser iguales, sino igual derecho a ser diferentes».