No hemos estado tan cerca de una guerra nuclear en décadas y la pregunta sobre los efectos que las bombas nucleares tendrían en el planeta es una duda que tenemos todos.
Hay aproximadamente 15.000 bombas nucleares esparcidas por todo el mundo. Los EE. UU. y Rusia controlan la gran mayoría, lo que hace tan preocupante la competencia del presidente Trump para comparar botones con Kim Jong Un, de Corea del Norte. Eso sin mencionar a la administración que considera un primer ataque contra Corea del Norte como un acto que «con suerte» no iniciará una guerra nuclear.
La investigación muestra que incluso una guerra nuclear relativamente pequeña, que involucre 50 armas nucleares, arrojaría 11 mil millones de dolares de hollín en la estratosfera. Eso desencadenaría una gran reacción en cadena que conduciría al sufrimiento humano generalizado. El hollín reflejaría la luz solar de vuelta al espacio, enfriando el planeta. Comúnmente llamado «invierno nuclear», este enfriamiento global causaría una pérdida generalizada de cosechas y la hambruna asociada, durante años.
Si aumentas el número de armas nucleares a alrededor de 100 bombas del tamaño de la Hiroshima, la sociedad dejaría de existir. Los sobrevivientes de un evento tan catastrófico enfrentarían una hambruna horrible. Eso es según un informe de 2013, que establece que «los mecanismos primarios para las muertes humanas probablemente no serían los efectos del estallido, no de las quemaduras por radiación térmica, y no de la radiación ionizante, sino más bien de la inanición masiva».
El informe muestra que 2.300 millones de personas se enfrentarían al hambre, y los ecosistemas de todo el mundo se marchitarían y morirían. En otras palabras, eso sería todo. No más preocuparse por el cambio climático. No más nada. Sería simplemente el fin.
Es por eso que lo que el periodista Jonathan Schell escribió sobre el holocausto nuclear en The New Yorker en 1982 toma una actualidad alarmante:
«Para emplear una analogía matemática, podemos decir que aunque el riesgo de extinción puede ser fraccionario, la estaca es, humanamente hablando, infinita, y una fracción de infinito sigue siendo infinita. En otras palabras, una vez que descubrimos que un holocausto podría llevar a la extinción, no tenemos derecho a apostar, porque si perdemos, el juego habrá terminado, y ni nosotros ni nadie más tendremos otra oportunidad «.
Este horroroso escenario, es el que podríamos vivir si la locura se instala en el planeta de manera definitiva y se activan las terroríficas bombas.
Fuente: earther