«Mi hijo aún no me dice mamá»: el emotivo relato de una madre cuyo hijo tiene incapacidad para hablar

A veces nos olvidamos que los seres humanos somos todos diferentes

«Mi hijo aún no me dice mamá»: el emotivo relato de una madre cuyo hijo tiene incapacidad para hablar

Autor: Latina Campos

A veces nos olvidamos que los seres humanos somos todos diferentes.

Cualquiera que haya tenido hijos sabrá la emoción que se siente cuando un pequeño pronuncia por primera vez la palabra papá o mamá.  Es frecuente que al padre que le suceda primero, interrumpirá todo lo que esté haciendo y saldrá corriendo a contarle al otro.

Es que en ese momento cuando ese ser tan pequeño pronuncia cualquier palabra que aprendió es algo maravilloso. La habilidad de hablar para muchos es algo demasiado cotidiano y no le damos la importancia. Hasta que nos encontramos con alguna situación que nos demuestra lo contrario. Millones de personas en el mundo no son capaces de hablar. Es una limitación muy común. Y no sólo la gente que es muda sufre de esto, hay otras situaciones que lo impiden.

 
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Por eso cuando los niños dicen papá o mamá, más que el orgullo de que te nombre, es un alivio de saber que ese niño está creciendo bien, sano y acorde al crecimiento normal. Cuando un niño no lo hace, es fuente de preocupación.

Una madre compartió una íntima situación: su hijo tiene 11 años y aun no le dice mamá. “Tal vez algún día llegue a hacerlo, tal vez nunca pronuncie esa palabra”, contó. Pero recordemos que como él hay millones que no lo logran.

El niño entiende parte de lo que los demás dicen, algunas instrucciones y comentarios sencillos. Pero nunca tienen la seguridad de que él efectivamente entendió. Sólo emite unas pocas aproximaciones vocálicas de aquello que más le importa conseguir. Como “Pá” por “pan”o “abe” por “abre”.

“Sabe además que si vocaliza fuerte, llama nuestra atención, así que si quiere que pongamos otra música o que le demos a probar lo que hay en nuestro plato, utiliza las vocales en tono de llamada. Así que yo soy “aaaaa” o “eeeee”. Igual que su padre, su hermana, sus profesores o sus abuelos.”, cuenta la madre sobre su hijo. A pesar de que emite algunos sonidos, el niño nunca ha pronunciado la palabra mamá.

Pero ella confiesa no importarle. ¿El motivo?:

“El pasado fin de semana no estuve a su lado. Cuando el domingo por la noche le trajeron al aeropuerto a recibirme, la sonrisa de felicidad pura que me regaló al verme después de cuatro días lejos de casa fue el detonante de un instante de perfecta alegría, de esos que hay que atesorar porque marcan la diferencia entre una vida gastada y una plena.

Él no habla, pero mi corazón canta cuando veo esa sonrisa. Este fin de semana he vuelto a ausentarme, menos días, pero confío en volver a encontrar esa sonrisa y esos ojos brillantes a mi vuelta”

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Y el testimonio de la madre sigue:

“Así que no importa que no me llame “mamá”. He aprendido a distinguir lo esencial en lo que sustentarme y a evitar los anhelos inútiles que desgastan. Sí que importa, en cambio, que está viviendo en un mundo pensado para los que hablamos sin problemas, para los que tenemos la fortuna de dominar esa magia”

Es que somos incapaces de ver a quienes no pueden hacer las cosas como la mayoría. Olvidamos que hay millones que no pueden hablar, caminar, escuchar o lo hacen con dificultad.

Vía UPSOCL


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