Un detective alemán que investigo la momia de Ötzi, el “hombre de hielo”, hallado casi intacto cuando se descongeló un glaciar en los Alpes. Ahora se sabe cómo y por qué lo mataron.
Ötzi, también conocido como «el hombre de hielo», es la momia mejor preservada que se haya encontrado jamás. Un hombre de la Edad del Cobre cuyo cuerpo congelado quedó atrapado durante siglos dentro de un glaciar en el norte de Italia, cerca de la frontera con Austria, hasta que el calentamiento global derritió el glaciar y dos montañistas lo descubrieron en 1991.
Diez años más tarde, una radiografía de la momia descubrió la marca de una punta de flecha de sílex incrustada en su espalda, justo debajo de su hombro. Pero recién ahora, gracias al minucioso trabajo del inspector Horn, se ha podido reconstruir lo que sucedió aquel día en los Alpes, alrededor del año 3.300 antes de Cristo.
«Cuando me llamaron, creí que era muy difícil saber la verdad, porque había pasado demasiado tiempo», contó Horn a The New York Times. «Pero lo cierto es que su cuerpo está mejor preservado que el de muchas víctimas de homicidios recientes con las que he trabajado».
Esos contenidos resultaron ser críticos para determinar con sorprendente precisión lo que sucedió a Ötzi e incluso ayudaron a arrojar luz sobre las posibles motivaciones de su asesino.
Ötzi medía 1,65 metros (la altura promedio de su tiempo), pesaba 50 kilos, tenía ojos marrones y cabello castaño oscuro. Tenía unos 45 años, con lo que era un hombre de edad para el Neolítico tardío, pero se mantenía en buen estado físico.
En su cuerpo descubrieron una segunda herida prominente, distinta de la de la punta de flecha en la espalda: un corte profundo en la mano derecha entre el pulgar y el índice, hasta el hueso y potencialmente incapacitante. Por el grado de cicatrización, había ocurrido uno a dos días antes de su muerte.
Por ello, el inspector Horn conjetura que Ötzi pudo haber bajado a la aldea y verse envuelto en una pelea violenta. A pesar de esa «herida defensiva» muy profunda en la mano, «lo interesante es que no se le encontraron otras lesiones en el cuerpo, ni hematomas importantes ni heridas de puñaladas, así que probablemente fue el ganador de esa pelea, incluso posiblemente mató a la persona que trató de atacarlo», explicó el detective alemán.
«Aproximadamente media hora antes de su muerte, estaba teniendo una comida adecuada, incluso bastante pesada», dijo el inspector Horn. El menú de la Edad del Cobre estaba bien equilibrado, con carne de íbice (una cabra salvaje de los Alpes) ahumada o cruda; trigo, posiblemente en forma de pan; algún tipo de grasa, que podría haber sido de tocino o queso y un helecho común.
Media hora después de que Ötzi terminara de cenar, el asesino se acercó y le disparó en la espalda desde una distancia de casi 30 metros. La flecha pasó por debajo de la axila izquierda y desgarró a través de una sección de su arteria subclavia, una herida fatal que probablemente no hubiese sido tratable incluso en tiempos modernos.
«El objetivo del delincuente era matarlo, y decide hacerlo con un tiro de larga distancia, en lo que podría ser una venganza por lo ocurrido uno o dos días antes», dijo el inspector Horn. «Que es más o menos lo mismo que se ve hoy en día. La mayoría de los homicidios son personales y como consecuencia de una escalada de la violencia. ‘Quiero seguirlo, encontrarlo y matarlo’. Todas las emociones que tenemos en el homicidio, estas cosas no han desaparecido en todos estos años «.