Aunque el escrutinio público sobre el cuerpo suele apuntar a las mujeres, quienes han sabido ser galanes corren el mismo riesgo: que los ojos del mundo estén atentos a su apariencia.
Russell Crowe nunca fue un galán en el sentido tradicional, pero su tonificada figura en “Gladiador” (2000) le quitó suspiros a más de una. Aún así, para el ganador del Óscar el tiempo también ha pasado y su cuerpo lo delata. Al fin y al cabo, es humano.