–Sí, claro que recuerdo esa fiesta, todos íbamos vestidos con motivos hawaianos, pues las fiestas temáticas eran las favoritas de la comunidad. Él había preparado todo, los árboles disfrazados de palmeras, albercas de agua para los más pequeños, cócteles y piñas coladas para los adultos. Recibía a sus invitados con una gran sonrisa, y ese carisma que lo caracterizaba. Y sí, también surgió el tema del mal olor de su jardín y que volvía a las reuniones un poco incómodas, todos evitaban quedarse mucho tiempo en su casa. Él siempre decía que era un olor fétido que venía de un vertedero cercano, aunque otros dicen haberle escuchado decir que era por un nido de ratas bajo su casa. Quienes frecuentábamos su casa notábamos algo raro, pues parecía que el olor se hacía cada vez más fuerte, aunque nunca imaginamos el origen, hasta que lo confirmó la policía.
–¿Alguna vez escucharon ruidos extraños? ¿Notaron conductas sospechosas? –preguntó el oficial.
–No, salvo los ruidos usuales de los suburbios, ya sabe, voces que retumban por la acústica de las casas, crujidos, el viento. El tipo era bastante común, incluso lo considerábamos una gran persona, le gustaba vestirse de payaso para asistir a hospitales, desfiles y eventos de caridad y siempre lograba arrancarle una sonrisa a los niños. Era un tipo amable, generoso y buen vecino, pero bueno… uno ya no sabe.
–¿Qué hay de los chicos? ¿Nunca le intrigó la constante visita de menores de edad a su casa?
–No en realidad, es decir, todos en el pueblo sabíamos que él buscaba jóvenes para contratarlos en su empresa de construcción, e incluso nos preguntaba si nosotros no conocíamos a ninguno que le interesara un buen trabajo. Sí eran muchos los menores que acudían a su casa, pero siempre creímos que venían a una entrevista, por lo menos un par nos pidió indicaciones para llegar a su casa.
–¿Alguna vez le confesó que ya había estado en prisión? ¿Qué historia le contó al llegar al vecindario?
–Era muy carismático, pero un tanto reservado, siempre daba gracias a Dios por las bendiciones que le había otorgado en los últimos años. Solía referirse a una época oscura y difícil en su vida en la que había perdido la fe en sí mismo y en la cual había sufrido bastante, pero al preguntarle siempre decía que no debíamos hablar del pasado. Recuerdo que dijo que vino a Chicago persiguiendo un mejor futuro económico para él y su familia.
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La justicia de la ciudad de Chicago sentenció a muerte a John Wayne Gacy por el asesinato de 33 jóvenes a largo de seis años. Los cadáveres fueron hallados en su sótano, en el jardín y a las orillas del río Des Plaines después de que Gacy confesó sus actos. El hombre carismático, buen vecino y que gustaba de disfrazarse de payaso para acudir a festivales, desfiles y fiestas tenía una doble identidad.
Después de las investigaciones policiacas y las pruebas psicológicas apropiadas, se supo que Gacy tuvo una tormentosa infancia, en la cual los constantes maltratos de su padre mermaron en la salud mental del niño, quien además sufrió múltiples abusos sexuales. A pesar de mantener dos matrimonios, Gacy tenía una preferencia por mantener relaciones homosexuales con menores de edad. Su primera acusación por asalto sexual ocurrió en 1967, en Iowa, después de que Gacy invitó a Donald Voorhees a su casa para mostrarle algunas películas pornográficas, donde lo forzó a ingerir alcohol y a realizarle sexo oral. Meses después, Voorhees acusó a Gacy por abuso sexual y la justicia lo sentenció a 10 años de prisión por sodomía.
Tras apelar a su sentencia y con buena conducta de por medio, Gacy obtuvo su libertad un año y medio después. Decidió mudarse a Chicago con su madre, ciudad en la cual siguió con múltiples acusaciones por abuso contra menores de edad, pero ninguno procedió por falta de pruebas. Para 1973, Gacy volvió a casarse, fundó su propia compañía de construcción e incluso se unió a un club de payasos que prestaban sus servicios en eventos de caridad y visitas al hospital. Gacy creó su propio personaje, al que llamó “Pogo el Payaso”, para el cual diseñó su propio disfraz y aprendió cómo aplicarse correctamente el maquillaje, sin embargo, a diferencia del resto de payasos que redondean el contorno de su boca, Gacy se dibujó las esquinas afiladas.A pesar de seguir con los constantes abusos a menores, Gacy se convirtió en un icóno de la comunidad de Chicago, siendo reconocido y apreciado, incluso con algunas incursiones en puestos políticos.
Sin embargo, el destino de Gacy cambió drásticamente cuando en octubre 1972, Gacy invitó a Timothy Jack McCoy de 16 años a dormir en su casa, ofreciéndole comida y techo en su viaje hacia Omaha. En palabras del payaso, éste se despertó a la siguiente mañana y encontró al joven amenazándolo con un cuchillo, tras un forcejeo, Gacy apuñaló numerosas veces a Timothy. Al salir a la cocina, Gacy encontró la mesa puesta para dos y el desayuno listo, lo cual quizás explicaba por qué el joven traía consigo un cuchillo. El payaso desapareció el cuerpo inmediatamente, y años después reveló que experimentó un orgasmo al matar a Timothy, y fue ahí cuando supo que la muerte era la máxima emoción.
A partir de ese primer asesinato, Gacy mantuvo numerosos encuentros con menores de edad, a los cuales atraía con las promesas de ofertas de trabajo en su compañía, pero a los cuales secuestraba, violaba, torturaba y finalmente mataba. Casi la totalidad de sus víctimas fueron enterradas en su sótano, aunque confesó que las últimas fueron arrojadas al río Des Plaines. Durante estos años, Gacy le confesó a su segunda esposa su bisexualidad y decidieron divorciarse por consenso mutuo.
La caída del asesino serial ocurrió después de que los padres de un niño desaparecido rastrearan las pistas que su hijo había dejado, quien afirmó que iría a una entrevista de trabajo con un tal Gacy. A pesar de que el payaso negó las acusaciones, la policía de Chicago revisó su historial delictivo, por lo cual se ordenó un registro del domicilio de Gacy, encontrando esposas, libros de sodomía y pederastia, licencias de manejar de múltiples jóvenes y una pistola Brevettata. Ante las sospechas, se comenzó una vigilancia continua del payaso.
Paranoico y agotado, Gacy cedió respecto a la discreción de sus actos, a la par que las investigaciones ataban cabos alrededor de las múltiples acusaciones hacia Gacy. Los sobrevivientes de los ataques seguían señalando al payaso como responsable, mientras que los casos de los desaparecidos apuntaban al sospechoso. Para diciembre de 1978, Gacy acudió ante la policía, señaló un periódico que hablaba de la desaparición de un joven y afirmó: “Ese chico está muerto. Está en el río”. A partir de ello, Gacy confesó todos sus crímenes, afirmando que “había sido el juez, jurado y verdugo de mucha, mucha gente”. Detalló que la gran mayoría de cuerpos estaban en su jardín, del cual poseía un mapa detallado sobre la ubicación de cada cadáver.
Durante el interrogatorio, Gacy confesó que secuestraba a sus víctimas prometiéndoles una entrevista de trabajo, ofreciéndoles cobijo en su casa para pasar la noche o disfrazándose de policía. Los secuestraba mediante el uso de pañuelos con cloroformo, y al llegar a su casa, les colocaba esposas o los ataba a la cama. Gacy les introducía en la boca retazos de su ropa para callar sus gritos. En ocasiones los torturaba con objetos previstos para ese fin, en otras sólo abusaba sexualmente de ellos. El asesino de Chicago esperaba 24 horas después de la muerte de los menores para esconderlos en su sótano, en el cual esparcía óxido de calcio de manera ocasional para mitigar el olor a descomposición.
En 1980, John Wayne Gacy fue juzgado por cometer 33 asesinatos, y a pesar de que sus abogados intentaron abogar por el perdón argumentando una deficiencia mental, se le sentenció a muerte por 12 de esas muertes. Mientras esperaba su ejecución, Gacy se dedicó a pintar múltiples cuadros, cuya temática giraba en torno a ‘Popo el Payaso’. Su última cena consistió en una docena de camarones freídos, una cubeta de pollo receta original de KFC, una libra de fresas frescas y papas a la francesa. Sus últimas palabras fueron: “Bésenme el culo”. Se le aplicó la inyección mental el 10 de mayo de 1994, y su cerebro está en posesión de la Dr. Helen Morrison, quien realiza investigaciones científicas para aislar los rasgos comunes en la personalidad de los sociópatas violentos, aunque el órgano de Gacy no reveló ninguna anomalía.
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El tecladista de la banda de rock industrial Marilyn Manson, Stephen Gregory Bier se inspiró en el asesino para conformar su nombre artístico: Madonna Wayne Gacy. Utiliza el nombre de la cantante Madonna y del asesino en serie. –