Un joven de 22 años sufrió un vía crucis al ser víctima de todo tipo de agresiones por parte de su novia, con quien convivía, hasta que un policía lo salvó del calvario.
Torturas, humillaciones, golpes, puñaladas, así fue denigrado y secuestrado por tres años Alex Skeel por Jordan Worth, su novia, autora del tormento. Una mente brillante. Pero perversa. Se convirtió en su captora y no le permitía siquiera ver a su familia. Era su esclavo. Finalmente la policía inglesa rescató a la víctima y detuvo a la agresora.
Destino inesperado
Ambos se conocieron cuando eran adolescentes. Compartían la secundaria y las miradas cómplices. Tenían 16 años y sentían amor y cosquilleos de todo tipo. Crecieron juntos. Se amaron. Con el paso del tiempo decidieron vivir juntos.
Jordan se graduó de la Universidad de Hertfordshire con un Honores en Bellas Artes y quería convertirse en maestra. Había participado en el cuidado y el trabajo voluntario para animales y había recaudado dinero para niños con hambre en África. Nada hacía prever que detrás de esa máscara habitaba un monstruo.
Cambio drástico
Jordan se obsesionó con su novio de forma enfermiza y comenzó a controlar a Skeel hasta la locura. Empezó por ordenarle qué debía vestir hasta llegar a toda clase de vejaciones; en una ocasión lo golpeó en la cara y en las manos con un martillo. Otro día, le negó alimento durante interminables horas, lo aisló por completo de su familia, tomó posesión de su teléfono celular, impidiendo de esa forma todo contacto con el mundo exterior.
El tormento psicológico fue despiadado hasta llegar al punto de mentir al decirle a Skeel que había recibido un mensaje donde se informaba la muerte de su abuelo. Él no tenía forma de chequear lo que su novia le decía -estaba incomunicado- y confió en ella. Lloró desconsoladamente durante horas. Hasta que ella le contó la verdad: era mentira y lo castigaría por preocuparse tanto por su familia en desmedro de ella.
¿Cómo llegó a ese extremo?
Era la pregunta que todos se hacían. ¿Cómo había permitido que eso ocurriera? Era como consecuencia de la personalidad dominante de Worth, quien no permitía que su novio -a quien decía amar por sobre cualquier cosa- tuviera libertad.
Los abusos se expandieron cada vez más. Era frecuente que fuera atendido en el centro de urgencias del hospital más cercano en Stewartby. Ponía cualquier tipo de excusas ante la atenta mirada de su inquietante verdugo.
Hasta una noche de junio de 2017, un vecino escuchó golpes, gritos y todo tipo de ruidos en el apartamento que los novios compartían. Llamó a la policía. Temió que la vida de alguno de ellos estuviera en peligro. Un patrullero policial tocó a la puerta. Los oficiales observaron que el joven tenía quemaduras en sus manos, en sus brazos y en sus piernas. Skeel había intentado curarlas con papel film, el mismo que se usa para resguardar los alimentos. Y les dijo que se las había provocado él mismo. Pero no le creyeron.
«Me salvaron la vida. Me sentó en su patrulla y me dijo ‘mira, sé qué está ocurriendo. Estas heridas no fueron cometidas por ti. Dime la verdad'», le dijo el oficial que lo atendió, según contó en el programa This Morning, del canal ITV.
Narró la verdad. Reveló la pesadilla que vivía a diario. Su novia le había arrojado agua hirviendo provocándole quemaduras de segundo y tercer grado. De acuerdo a los médicos que lo atendieron pudo haber muerto. Ese día, comenzó la liberación de Skeel. Mientras, su pareja fue sentenciada a siete años de prisión.
Ahora, Alex se dedica a contar su terrorífica experiencia para que otros no atraviesen lo mismo y conozcan cuáles son las alertas tempranas que deben considerar para no caer en el mismo peligroso pozo.
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