No, no es una suposición nuestra. La propia Kim Kardashian ha reconocido sufrir dismorfia, un trastorno que la lleva a tener fobia a padecer cualquier defecto relativo a su apariencia estética. Prueba de que las celebrities, incluso las que como Kim han hecho de sus curvas bandera, también tienen grandes inseguridades.
«Parece que la gente está esperando la mínima oportunidad para avergonzarte. Literalmente, me produce dismorfia.» Con esta frase, pronunciada en el último episodio del reality Keeping Up with the Kardashians, Kim hacía pública su patología ante millones de espectadores. Demostrando que lucir los atuendos más sexys, acaparar millones likes o llevar una vida de lo más excéntrica no la aleja de la vulnerabilidad propia de cualquier mortal ante las críticas.
Sí, has leído bien. Ser una Kardashian no te libra de padecer inseguridades. Lo grave es cuando estas rozan la obsesión, y reconocemos que la confesión de la celebrity nos ha preocupado. Parece que la viralización de las fotos durante sus últimas vacaciones en Malibú, en las que la celulitis visible en su trasero causó una oleada de comentarios negativos, ha minado el autoestima de Kim.
La presión social (a la que, siempre en el ojo del huracán, está expuesta la celeb), es considerado el factor principal para desarrollar dismorfia.Una enfermedad carazterizada por la obsesión y posterior distorsión del aspecto corporal. Se calcula que una de cada cincuenta personas padece este transtorno.
Celebramos la sinceridad con la que Kim, aún a sabiendas de la previsible repercusión de sus palabras, reconoce su problema. Sin duda, el primer paso para solucionarlo. Esperamos que la Kardashian por excelencia recupere esa arrebatadora seguridad en sí misma que la hizo (hace) única.
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