En China, la situación es alertante: ya que hace unos años las políticas sobre hijos (e hijas) restringieron la natalidad y muchas familias rechazaban la idea de criar a una niña, hoy se ven enfrentados a la falta de mujeres en el país oriental. El alto costo de las dotes a la hora del matrimonio también es un tema, lo que abre posibilidades económicas poco legales para otros países.
Una de estas consecuencias es la trata de personas. En específico, de mujeres jóvenes para ser casadas en China. Ya que Camboya es un país menos desarrollado, resulta ser una de las víctimas de esto, donde se venden chicas de familias pobres, desesperados por algún tipo de ingreso.
Chrek Thavy es una de ellas. En el 2013 sus padres cayeron enfermos y no podían pagar el tratamiento. Tenía 12 hermanos. Una de sus vecinas, entonces, hizo una oferta a la que no se podía negar: pagarle el pasaje y los gastos para que fuese a China a trabajar, donde Thavy fue sin saber qué le esperaba.
Al llegar, se enteró de que sería casada con un hombre desconocido por obligación.
«No estaba segura y no tenía confianza, pensé mucho la situación, pero mis padres se estaban poniendo peor y necesitaba el dinero», declaró. Y como ella, hay muchas otras mujeres que son abusadas y burladas para poder engendrar descendencia en un país extraño.
Según el vocero de Asuntos Exteriores de Camboya, Chum Sounry, se estima que 857 mujeres fueron repartidas en China el año pasado. El gobierno del gran país asiático también ha sido interpelado, revelando que hay 7.000 matrimonios entre chinos y jóvenes camboyanas actualmente. Pero no existe un registro elaborado.
Organizaciones contra la trata de personas se han unido por esta situación, en la que jóvenes en situación de pobreza se ven engañadas y obligadas a trabajar, sin saber a qué van. Para eso, es clave que China reconozca la situación.
Para el caso de Thavy, otras dos personas además de su vecina debieron mediar su traslado. Primero, una mujer la acompaña hasta un punto donde un hombre debe indicar a Inmigración que la chica es su cliente. Luego llega al aeropuerto de la ciudad sureña de Guangzhou, donde la recibió la hija de su vecina y le contaron que la casarían.
En su testimonio, la joven cuenta que la familia de su esposo la trataba bien, pero el hombre no le permitía salir de la casa, trabajar, ni nada. Él le dijo que la había comprado para que tuviesen un hijo juntos, y que ella no debía trabajar.
Thavy se sintió perdida y triste, hasta que quedó embarazada. Ella explica que fue «una sirvienta más que un miembro de la familia», y que por lo demás dio a luz a un niño, lo que fue menos preciado por su familia política. Esto llena de estigmas y miedos a las jóvenes, que son culpadas y al mismo tiempo no tienen manera de escapar.
Hoy, Thay cuenta su historia luego de sufrir un aborto espontáneo, donde acudió a su hermano por ayuda. El cargo por trata de personas no es cosa ligera, por lo que le permitieron visitar a su familia, cuando ella nunca regresó, y dejó atrás a su hija. Historias como estas hay muchas, en un mundo que avanza en muchos ámbitos, pero aún en lo humano, seguimos fallando.