Su nombre era Elmer McCurdy, alias el “El Forajido”. Y no, si al leer el título de este artículo has pensado que íbamos a contarte una historia de zombies, te diremos que no es así. Hemos añadido dos comillas a la palabra “vivió”, porque a pesar de que Elmer falleciera con poco más de 30 años, pasó otros 66 recorriendo todo Estados Unidos.
Podríamos decir que fue el muerto más activo que se ha conocido jamás, y de ahí su leyenda, de ahí, porque no decirlo, también su tragedia. Porque nadie podrá negar que por muchas fechorías que uno haya hecho en vida, tras fallecer, todos merecemos un merecido descanso, una lápida y un poco de tierra sobre nuestros restos.
¿Preparado para conocer con nosotros la increíble historia de Elmer McCurdy?
McCurdy el forajido, una vida de película y una muerte llena de aventuras
Nuestro protagonista nació en Maine en 1880. Se sabe que su nacimiento se debió a un pequeño desliz entre una joven adolescente y su primo. No obstante, no fueron sus padres quienes lo criaron, sino sus tíos. Más mayores y algo más responsables.
La rebeldía marcó desde muy temprano el corazón y el espíritu del joven Elmer, así que con poco más de 15 años, y tras unos pequeños problemas con el alcohol, decidió dejar el hogar familiar para trabajar ya como aprendiz y ganarse la vida.
Empezó a trabajar primero como fontanero, y en 1907, instalado en Cherryville , cambió el oficio como minero. Ahora bien ¿encontró la estabilidad a su espíritu inquieto con estas labores? En absoluto. Al año siguiente se alistó en el ejército, una elección fallida que le mantuvo ocupado poco tiempo, el suficiente hasta que fue expulsado debido a sus problemas con la bebida.
Lo que ocurrió después es fácil de intuir. La bebida le trajo más de algún encuentro con la ley y muchos meses entre rejas, donde conoció a toda la “fauna delictiva” de la época: como por ejemplo, Walter Jarret y los hermanos Lee y Glen. Juntos, planearon asaltar un tren, el Iron Mountain, pero la aventura acabó en fracaso. Luego vino el robo de un banco en Chautauqua, otro plan que no terminó de cuajar y con el que no obtuvieron ningún beneficio. Hasta que llegó una nueva oportunidad: asaltar el tren que transportaba los pagos de los indígenas a través de la vía férrea Katy. Y aquello se haría el 4 de octubre de 1911.
Y en efecto, lo consiguieron, asaltaron el tren pero las autoridades no tardaron el llegar y tras el tiroteo, fueron muy pocos los que quedaron con vida. Elmer McCurdy falleció en aquel encuentro, todo un logro para la policía, eso sí, de ahí que no dudaran en fotografiarlo por uno de los artistas más eminentes en aquella época, especialista en retratar delincuentes: Willian J, Boag.
Lo que ocurrió después, es un cúmulo de aventuras. Empezaremos contándote que en vista de que Elmer era un delincuente muy famoso, su cuerpo sería expuesto en la funeraria durante un tiempo para que todo el que lo deseara, pudiera ver en persona al famoso forajido. Y para ello, se procedió a embalsamarlo. El acabado fue tan perfecto que se dieron cuenta que a pesar de haber pasado 6 meses, el cuerpo seguía incorrupto, y lo que era aún más interesante: se mantenía solo en pie.
El empresario de la funeraria decidió dejarlo en una esquina de su negocio con un fusil en las manos para llamar la atención de los viandantes. Y así estuvo durante 5 años.
En octubre de 1916, dos hombres reclamaron el cuerpo de Elmer McCurdy diciendo que eran familiares, y que deseaban darle sepultura. Lo cual, era falso. Se trataba en verdad de dos empresarios del “Patterson Muestra de Carnaval”, un espectáculo ambulante que organizaba eventos como el llamado “El Museo del Crimen”. Elmer McCurdy pasó nada más y nada menos que 60 años dando la vuelta por todo el territorio de los Estados Unidos.
En 1971 fue vendido a un museo de cera, donde quedó olvidado durante un tiempo, hasta que unos años después, se recuperó su cuerpo para exhibirlo en la feria “La Casa de la Risa”, con una soga al cuello, mostrándolo como un ahorcado. No obstante, estas instalaciones se cerraron en 1978 cuando los Estudios de la productora Universal Televisión compraron la zona para rodar la serie “El hombre de los 6 millones de dólares“.
¿Adivinas lo que pasó entonces? Hacia ya mucho tiempo que nadie sabía quién era esa “momia”, es más, se le había aplicado una pintura fluorescente para que brillara en la oscuridad, con lo cual, muchos pensaban que no era más que un muñeco. Que no era un ser humano. Así pues, el impacto fue mayúsculo cuando al querer retirarlo, se desprendió parte de su brazo, evidenciando un hueso. Un hueso, por su puesto, humano.
Se avisó a la policía y a los forenses, y se le hizo la autopsia. ¿Resultados? El desconocido debía haber muerto entre 1905 y 1920, y la causa de la muerte eran varias heridas de bala. Poco a poco, y gracias a un afinado trabajo de investigación por parte del osteólogo Clyde C. Snow, se descubrió la identidad de la momia, y toda la documentación de compra-venta que existía sobre el desdichado forajido Elmer McCurdy.
Finalmente, se le dio sepultura un 22 de abril de 1977. Así pues, y si lo deseas, puedes visitar su tumba en el Cementerio Summit View en Guthrie, Oklahoma, ahí donde por fin... sus huesos pudieron descansar en paz.