Susan Schneider acompañó hasta el final a Robin Williams, que se quitó la vida en agosto de 2014. La viuda publicó un emotivo texto en la revista Neurology para relatar el deterioro mental que sufrió el actor antes de su muerte. El emotivo texto se viralizó.
Con el título «El terrorista dentro del cerebro de mi marido», Susan golpeó al mundo entero con una carta que se viralizó rápidamente en las redes sociales
La carta completa:
«Esta es una historia personal, tristemente trágica y desgarradora, pero quiero compartirla con ustedes con la esperanza de que pueda ayudar a otros. Como ya saben, mi marido Robin Williams tenía la poco conocida pero mortal demencia de los cuerpos de Lewy (conocida como LBD, por sus siglas en inglés). No estuvo solo en esta traumática experiencia. Como saben, casi 1,5 millones de personas lo están sufriendo ahora mismo en Estados Unidos.
No solo perdí a mi marido por LBD. Perdí a mi mejor amigo. Robin y yo habíamos encontrado el uno en el otro ese amor incondicional que habíamos anhelado siempre. Uno de mis momentos favoritos era cuando hacíamos juntos el repaso de cómo habían ido nuestros días. Normalmente lo hacíamos al final del día. No importaba que estuviéramos haciendo: trabajando en casa, viajando juntos o si él estaba filmando afuera. Hablábamos sobre nuestras alegrías, nuestros miedos y nuestras inseguridades. Cualquier problema era superable porque nos teníamos el uno al otro.
A finales de octubre de 2013, en nuestro segundo aniversario de casamiento, Robin ya estaba bajo cuidados médicos. Había estado luchando con los síntomas que parecían no tener relación: estreñimiento, dificultades urinarias, dolor de estómago, falta de sueño, insomnio, un pobre sentido del olfato y mucho estrés. Incluso tuvo un ligero temblor en la mano izquierda que iba y venía.
Durante ese fin de semana, empezó a tener molestias gastrointestinales. Después de muchos años junto a mi marido, sabía que esto era normal cuando estaba nervioso. Pero lo que vendría después no. El miedo y la ansiedad se dispararon hasta un punto alarmante. Me planteé si mi marido se había vuelto un hipocondriaco.
Le hicieron pruebas para la diverticulitis. Negativo. Como el resto de los síntomas, iban y venían de forma aleatoria. Algunos de ellos eran más relevantes que otros, y fueron aumentando en frecuencia y en gravedad durante los diez meses siguientes.
Durante el invierno, sufrió problemas de paranoia, ilusiones, insomnio, falta de memoria y altos niveles de cortisol, por nombrar algunos de ellos. ¿Cómo me gustaría que él supiera por qué sufría, que supiera que no era débil de corazón, espíritu o de carácter?
Estuvo preocupado con las inseguridades que estaba sufriendo. Intentamos superar cada detalle, pero no pude ayudarlo a ver lo brillante que era. Sin poder hacer nada, me quedé en la oscuridad de no saber qué le estaba pasando a mi marido. ¿Venía causado por una sola cosa, un solo terrorista, o se trataba de un paquete combinado de enfermedades que caía sobre él?
El 28 de mayo fue diagnosticado con Parkinson (PD). Nos dio esperanza. Pero de alguna manera sabía que Robin no se lo creía.
Durante este tiempo, Robin estaba limpio y sobrio, y de alguna manera, nos dio unos meses de verano llenos de felicidad y las cosas simples que amaba: las comidas y celebraciones de cumpleaños con la familia y amigos, tiempo para meditar juntos, masajes, películas y, lo mejor de todo, el simple hecho de agarrarnos de la mano.
El Parkinson estaba debilitando su voz. Odiaba cuando no podía terminar las palabras que quería decir. Vi como mi brillante marido solo estaba lúcido un minuto y después, cinco minutos más tarde, se quedaba en blanco. Por aquel entonces, nuestra falta de sueño se convirtió en peligrosa para los dos así que decidimos dormir separados. Durante el segundo fin de semana de agosto, como cualquier noche, cuando nos íbamos a la cama él me dijo: ‘Buenas noches, mi amor’, y esperó mi respuesta familiar: ‘Buenas noches, mi amor’.
El lunes, 11 de agosto, Robin se fue. Desde entonces, el tiempo no ha funcionado igual para mí. Y desde entonces he intentado buscar la razón médica por la que mi marido estaba así. Uno de sus médicos me dijo que era como si tuviera cáncer en todos los órganos de su cuerpo. El principal problema fue que nadie pudo interpretar a tiempo los síntomas de Robin».