¿Te has preguntado alguna vez, cuántas veces al día, reprimes tus emociones? No hay nada peor que reprimir nuestras emociones. Ya sea por miedo o inseguridad, por tener una baja autoestima, por tener una falta de confianza en nosotros mismos o porque estamos rodeados de personas tóxicas ante las que nos cuesta mostrarnos tal y como somos.
Lo cierto es que reprimir tus emociones es una de las peores cosas que puedes hacer. Se trata de una conducta que tiene graves consecuencias a nivel físico y psicológico, como puedes comprobar en los efectos de reprimir nuestras emociones que analizaremos a continuación.
Pagamos un precio muy alto si reprimimos nuestras emociones, ya que éstas no desaparecen sino que se quedan dentro de nosotros a nivel inconsciente, a punto de surgir con fuerza, ante cualquier oportunidad disponible. Para reprimir nuestras emociones, necesitamos una cantidad de energía muy grande, porque lleva mucho más desgaste físico, mental y emocional, el suprimirlas, que el sentirlas. Aunque deliberadamente queramos reprimirlas, no va a ser posible, ya que encontrarán su camino de otra forma ( rigidez en el cuerpo, insomnio, control, contracturas etc.) debido a que cuando reprimimos las emociones, en vez de proyectarlas hacia fuera, las estamos proyectando hacia dentro, y la energía pues se queda en nuestros músculos y en nuestro cuerpo.
Reprimir nuestras emociones provoca en nuestro cuerpo, dolores y molestias de todo tipo, además de enfermedades físicas y mucho estrés. Hay que pensar que la energía, no se destruye sino que se transforma. Entonces, si evitamos expresar la emoción ( que es energía pura) se puede transformar incluso en enfermedades de todo tipo.
Terminas explotando
Cada vez que nos guardamos algo dentro, vamos haciendo más grande la bola, y corremos el peligro que que acabe explotando en el momento menos indicado. Según la personalidad de cada uno, la explosión será mayor o menor, pero poco a poco comenzamos a agobiarnos porque perderemos el control y la gestión de nuestras emociones y lo habitual es actuar de forma agresiva. Diremos cosas muy dolorosas tras tantas emociones reprimidas. Puedes herir a muchas personas, sin descartar la agresión física.
La somatización
Quizá sea una de las consecuencias más desconocidas de reprimir nuestros emociones. Estamos ante un proceso donde los problemas emocionales se convierten en problemas somáticos. Entonces, tu organismo manifiesta en forma de dolor lo que no te atreves a decir. Es lo que pasa, por ejemplo, cuando tenemos problemas y nos duele la cabeza o la espalda (solemos decir lo de “además, me duele la cabeza” cuando debería ser “por eso me duele la cabeza”).
Daños en el organismo
Pero más allá de esas migrañas o dolores de espalda, el hecho de reprimir ciertas emociones te puede dañar varios órganos. Cada una de las emociones están relacionadas con un órgano, así un exceso de ira te puede acabar provocando problemas de hígado, los excesos de miedo dañan los riñones y la vejiga, la ansiedad tiene efectos sobre el estómago, el bazo o el páncreas y la tristeza excesiva daña los pulmones.
Corres riesgo de depresión
Hay personas que no llegan a explotar de cara al exterior, pero los daños internos son tan graves que pueden acabar sumidos en una profunda depresión. Se quedan sin defensas que les protejan, no encuentran solución alguna para sus problemas y con las emociones reprimidas al límite de la desesperación aparece la temida depresión.