Thylane Blondeau no sonríe en las fotos. No lo hizo cuando empezó su carrera a los cinco años. No lo hizo cuando la retrataron en blanco y negro junto a su madre, la diseñadora francesa Veronika Loubry. No lo hizo cuando a los diez años fue fotografiada para la revista Vogue Enfants y su nombre fue foco de polémicas porque las poses y la ropa de Thylane no distaban de una producción de moda para una profesional adulta.
La sesión de Vogue fue considerada por la opinión pública como “extremadamente sensual” para una niña.
Dos años después, salía en su primera portada para la revista Jalouse. El mundo de la moda la caratuló como una “súper modelo” y le asignaron la sucesión directa de Kate Moss.
No es el único caso: Kristina Pimenova nació el 27 de diciembre de 2005 en Moscú, Rusia. Ya ha trabajado con marcas prestigiosas como Dolce & Gabana y Armani. Su madre es una ex modelo retirada quien ha despertado críticas por las fotos de su hija que publica a diario en las redes sociales.
Ante los cuestionamientos, la ex modelo comentó: “Kristie comenzó su carrera a los tres años. Allí donde íbamos la gente me decía que era adorable y me sugería hacerla modelo. Decidí intentarlo y ella en ese momento se dio cuenta de que era divertido, sobre todo las pasarelas y los espectáculos de moda. Desde entonces para ella es una diversión y adora cada minuto de lo que hace”.
Tanto en el caso de Thylane –quien actualmente tiene 14 años- como de Kristina, las puntas de debate siguen las mismas líneas: pertenecer a la industria de la moda, ¿exime al trabajo de explotación infantil? ¿Hay una decisión si se comienza a modelar a los tres años? Y, sobre todo, si se trata o no de convertir a estas modelos precoces en objetos sexuales.
Que sean fotografiadas con miradas intensas, poses sugerentes y vestimentas exactamente iguales a las de las mujeres adultas, es dotarlas de rasgos construidos social y culturalmente como deseables, es lo que se denomina sexualización infantil. Sin embargo, los defensores de las carreras profesionales de los infantes -gestionadas por sus padres- contraponen el argumento de que las fotografías son inocentes y que aquellos que ven otra cosa es porque tienen algún tipo de “mentalidad enferma”.
En Gran Bretaña, el problema de la sexualización y comercialización de la infancia llevó a que desde el Estado se realizara un estudio para comprobar sus efectos y delimitar el campo de acción (las publicidades, los diseños de ropa, el horario de protección al menor). Consultada por el diario El País, la psicóloga Amparo Moreno de la Universidad Autónoma de Madrid dijo al respecto: “Claro que hay un problema, sobre todo en relación a las niñas. Tiene relación con el papel de la mujer como objeto sexual y se ha ido adelantando la edad en que las menores se convierten en ello”. Entre las iniciativas que se propusieron, se destacó la inculcación en la educación para los niños y las niñas sobre la igualdad de género.
Por lo pronto, si bien las críticas han hecho eco –incluso, algunas muy fuertes en donde se habla de incitación a la pedofilia-, en el universo glamoroso de las marcas de diseño internacionales se pelean por tener en sus contratos a las niñas más bellas del mundo.