Las mentes más grandiosas de la historia crearon obras sin precedentes, parteaguas en el pensamiento de la humanidad. Marcaron las mentes de quienes los leyeron y, con sus teorías cambiaron el mundo para siempre. La vida de los pensadores, sus rutinas y sus hábitos son de extrema importancia para quienes aspiran a generar cambios como los de ellos.
En esta época llena de crecientes distracciones, es bueno voltear la mirada para conocer cuáles eran los hábitos de grandes personajes, quienes algo debieron haber hecho para generar tan brillantes ideas.
Friedrich Nietzsche
Con una vida tormentosa, el filósofo alemán fue víctima de su hermana, quien llegó a manipular sus textos, los cuales incluso fueron usados por los nazis para crear su ideología. También en vida fue estigmatizado debido a su radical forma de pensar y de interpretar la filosofía del pasado. Fueron necesarias décadas para que el trabajo de Nietzsche fuera estudiado y corregido. Enfermo de sífilis y arrastrado a la locura en sus últimos días, la rutina del creador del Übermensch o Superhombre era un tanto solitaria.
Según el libro Friedrich Nietzsche de Curtis Cate:
“Con un rigor espartano, que nunca dejó de sorprender a su casero-tendero, Nietzsche se levantaba todas las mañanas cuando el cielo aún estaba gris, y después de lavarse con agua fría de la jarra y beber un poco de leche caliente, él, cuando no estaba derribado por dolores de cabeza y vómitos, trabajaba ininterrumpidamente hasta las once de la mañana. Luego a paso ligero, hacía una caminata de dos horas por el bosque cercano a lo largo de la orilla del lago Silvaplana o del lago de Sils, deteniéndose de vez en cuando para anotar su últimos pensamientos en la libreta que siempre llevaba consigo. Volvía por un almuerzo en el Hotel Alpenrose. Nietzsche, que detestaba la promiscuidad, evitaba la aglomeración del mediodía en el gran comedor y comía un almuerzo más o menos “privado”, por lo general consistía en un filete y una gran cantidad la fruta, que según el gerente del hotel, fue la causa principal de sus problemas estomacales frecuentes. Después del almuerzo, generalmente vestido con una larga y algo raída chaqueta marrón, y armado como de costumbre con el cuaderno, lápiz, y una gran sombrilla verde para protegerse los ojos, él tomaba una caminata aún más larga. Volviendo a casa cerca de las cuatro o cinco, regresaba inmediatamente a trabajar, cenaba galletas, pan, miel (enviado desde Naumburg), frutas y tazas de té que elabora por sí mismo en el pequeño comedor de arriba hasta que, agotado, apagaba las velas y se iba a la cama a las 11 pm”.
Karl Marx
Con una vida un tanto trágica, los últimos días de Marx se vieron llenos de enfermedad debido al poco cuidado que tenía sobre su cuerpo. La falta de dinero y el consumo incesante de tabaco fueron vitales en la vida del que Engels consideró “el más grande pensador de nuestros días”.
Isaiah Berlin, gran intelectual del siglo XX comenta de Marx:
“Su estilo de vida consistía en visitas diarias a la sala de lectura del Museo Británico, donde normalmente estaba desde las nueve de la mañana hasta su cierre a las siete de la noche; esto era seguido por largas horas de trabajo por la noche, acompañado de un incesante consumo de cigarros, los cuales de lujo pasaron a ser indispensables para él. Esto afecto permanentemente su salud y frecuentemente se veía presa de ataques y enfermedades del hígado, acompañada por inflamación en los ojos que interferían con su trabajo lo que lo cansaba, irritaba e interrumpía su manera de vivir”.
Incluso Marx escribió en 1858: “Estoy plagado como Job, solo que sin tanto miedo de Dios”.
Imanuel Kant
De Kant se ha dicho muchas veces que las personas del pueblo en el que vivía ajustaban sus relojes de acuerdo al momento en el que el filósofo tomaba sus caminatas, pero mientras el mito continúa, Michel Kuehn consideró necesario investigar la vida de uno de los autores más revolucionarios en el pensamiento humano.
“Se levantaba a las 5 de la mañana y su siervo, Martin Lampe, quien trabajó para él desde 1762 hasta 1802, lo despertaba. El viejo soldado tenía ordenes de ser persistente para que Kant no durmiera más tiempo. Esto hizo que Kant nunca se levantara con más de media hora de retraso. Después de levantarse, Kant tomaba una o dos tazas de té suave junto a su pipa de tabaco. El tiempo que fumaba era el tiempo que dedicaba a la meditación. Y con el paso de los años el tiempo para fumar creció. Después trabajaba en sus libros hasta las 7 y sus conferencias duraban hasta las 11. Cuando las conferencias terminaban, trabaja en sus escritos hasta el almuerzo, comía y daba un paseo. Iba a pasar la tarde con su amigo Green, volvía a casa y trabajaba un poco más hasta dormir”.