La vida está hecha para disfrutarla. Lamentablemente, a veces solo nos damos cuenta de ello cuando nos toca mirar de frente a la muerte.
Holly Butcher es una joven australiana de 27 años que falleció a causa de un sarcoma de Ewing, un raro tipo de cáncer. Antes de partir de este mundo quiso dejar por escrito sus reflexiones y lo que el tener que aceptar su muerte la llevó a aprender.
Su carta es toda una declaración de intenciones y te aseguramos que su lectura no te dejará indiferente:
Un pequeño consejo de Hol:
Es algo muy extraño aceptar tu mortalidad cuando tenés 26 años. Es una de esas cosas que siempre ignorás. Los días pasan y esperás que sigan pasando hasta que sucede lo inesperado. Siempre me imaginé a mí misma envejeciendo, con canas, con una hermosa familia (un montón de chicos). Planeé tener el amor de mi vida. Lo quiero tanto que me duele.
Así es la vida. Es frágil, preciosa e impredecible y cada día es un regalo, un derecho adquirido.
Tengo 27 años. No me quiero ir. Amo mi vida. Soy feliz. Se lo debo a mis seres queridos. Pero está todo fuera de mi control.
No empecé esta carta como ‘una nota antes de morir’ porque le temo a la muerte. Me gusta el hecho de que somos ignorantes de su inevitabilidad. Excepto cuando quiero hablar de ello y se trata como un tema ‘tabú’ que nunca nos pasará a ninguno de nosotros. Ha sido un poco difícil. Solo quiero que la gente deje de preocuparse tanto por las tensiones pequeñas e insignificantes en la vida y trate de recordar que todos tenemos el mismo destino después de todo. Así que hacé lo que puedas para que tu tiempo se sienta digno y grandioso, sin mierda.
Dejo algunos de mis pensamientos a continuación. Tuve mucho tiempo para reflexionar sobre la vida estos últimos meses.
Sé agradecido por tener problemas pequeños y superarlos. Está bien reconocer que algo es molesto, pero tratá de no seguir y no afectar negativamente a nadie. Una vez que hagas eso, salí afuera y respirá profundamente una bocanada de aire hasta lo más profundo de tus pulmones. Mirá qué azul es el cielo y qué tan verdes son los árboles. Es tan hermoso. Pensá en lo afortunado que sos de poder hacer eso: respirar.
Es posible que te hayas quedado atrapado en el tráfico o hayas dormido mal porque tus hermosos bebés te mantuvieron despierto o porque tu peluquero te cortó el pelo demasiado corto. Tus nuevas uñas falsas pueden tener una astilla, tus pechos pueden ser muy chicos o podés tener celulitis y que tu panza se tambalee. Dejá que toda esa mierda se vaya. Te juro que no pensarás en esas cosas cuando sea tu turno de irte.
Todo es TAN insignificante cuando mirás la vida como un todo. Veo mi cuerpo perderse delante de mis ojos y no hay nada que pueda hacer al respecto. Todo lo que deseo ahora es tener un cumpleaños o Navidad más con mi familia. O simplemente un día más con mi novio y mi perro. Sólo uno más.
Escucho que las personas se quejan sobre cuán terrible es el trabajo o sobre lo difícil que es hacer ejercicio. Sé agradecido de poder hacerlo físicamente. El trabajo y el ejercicio pueden parecer triviales hasta que tu cuerpo no te deja hacer ninguno de los dos.
Traté de vivir una vida sana. De hecho, esa fue probablemente mi mayor pasión. Apreciá tu buena salud y tu cuerpo en funcionamiento, incluso si no tiene el tamaño ideal. Cuidalo y aceptá lo increíble que es. Movelo y alimentalo con productos frescos. Pero no te obsesiones con eso.
Recordá que hay más aspectos para una buena salud que el físico. Trabajá igual de duro para encontrar felicidad mental, emocional y espiritual. De esta forma, es posible que te des cuenta de lo insignificante y lo irrelevante que es tener un estúpido y perfecto cuerpo en las redes sociales. Eliminá cualquier cuenta que aparezca en tu timeline que te dé una sensación de sentirte mal con vos mismo. Sea tu amigo o no, sé despiadado por tu propio bienestar.
Sé agradecido por cada día que no tenés dolor e incluso por los días en que te sentís mal con gripe, tenés una lesión en la espalda o un tobillo torcido. Aceptá que es una mierda, pero agradecé que no ponga en peligro tu vida.
Dar, dar, dar. Es cierto que ganas más felicidad haciendo cosas por otros que haciéndolos por vos mismo. Desearía haber hecho esto más. Desde que me enfermé conocí a las personas más increíblemente generosas y amables. Y recibí las palabras y el apoyo más afectuoso de mi familia, amigos y desconocidos. Más de lo que podría dar a cambio. Nunca olvidaré esto y estaré eternamente agradecida con todas estas personas.
Es algo extraño tener plata para gastar cuando te estás muriendo. No estoy en un momento de salir a comprar cosas materiales, como un vestido nuevo. Pienso qué tonto es ganar tanto dinero en “cosas” nuevas.
Comprá algo para un amigo en vez de un vestido nuevo. 1. A nadie le importa si usás lo mismo dos veces. 2. Se siente bien. Llevalo a comer o, mejor aún, cocinale algo. Dale una planta, un masaje o una vela y decile que lo amás cuando se los des.
Valorá el tiempo con otras personas. No los hagas esperar porque sos impuntual. Apreciá que tus amigos quieran compartir su tiempo con vos ¡Ganarás respeto también!
Este año nuestra familia acordó no hacer regalos y, a pesar de que el árbol parecía bastante triste y vacío (¡casi me descompenso en Nochebuena!), fue muy agradable porque la gente no tenía la presión de ir de compras y todos se esforzaron por escribir una buena tarjeta para los demás. Además, imaginen a mi familia tratando de comprarme un regalo. Puede parecer poco convincente, pero esas tarjetas significan más para mí de lo que podría ser cualquier compra impulsiva. Eso sí, también fue más fácil hacerlo porque no había niños. De todos modos, la moraleja es que los regalos no son necesarios para una Navidad significativa.
Usá tu dinero en experiencias. O al menos no te pierdas las experiencias por gastar toda tu plata en bienes materiales.
Hacé el esfuerzo de hacer ese viaje a la playa que siempre postergás. Sumergí los pies en el agua y excavá con los dedos de los pies en la arena. Mojá tu cara con agua salada.
Disfrutá los momentos en vez de capturarlos con la pantalla de tu teléfono. La vida no está pensada para ser vivida a través de una pantalla ni se trata de tener la foto perfecta.
¿Son realmente valiosas las horas que pasás peinándote y maquillándote todos los días? Nunca entendí eso sobre las mujeres.
Levantate temprano algunas veces y escuchá a los pájaros, mientras observás los hermosos colores que hace el sol a medida que se eleva.
Escuchá música, escuchala realmente. La música es terapia. Cuando más vieja, mejor.
Abrazá a tu perro. Por lejos, voy a extrañar eso.
Hablá con tus amigos. Dejá de lado tu teléfono.
Viajá si es tu deseo. No lo hagas si no es tu deseo.
Trabajá para vivir, no vivas para trabajar.
En serio, hacé lo que hace que tu corazón se sienta feliz.
Comé torta. Sin culpas.
Decí que no a las cosas que realmente no querés hacer.
No te sientas presionado a hacer lo que otras personas podrían pensar que es una vida satisfactoria. Es posible que desees una vida mediocre y eso está muy bien.
Decile a tus seres queridos que los amás cada vez que tengas la oportunidad y amalos con todo lo que tienes.
Recordá que, si algo te hace sentir mal, tenés el poder de cambiarlo: en el trabajo o en el amor, o lo que sea. Tené las agallas para cambiar. No sabés cuánto tiempo tenés en la Tierra, así que no lo desperdicies siendo miserable. Sé que eso se dice todo el tiempo, pero no podría ser más cierto.
Una última cosa. Si podés, hacé una buena acción para la humanidad y empezá a donar sangre regularmente. Te hará sentir bien con la ventaja añadida de salvar vidas ¡A veces pasamos por alto que cada donación puede salvar 3 vidas! Es un impacto masivo que cada persona puede generar y el proceso realmente es muy simple.
La donación de sangre me ayudó a mantenerme con vida por un año más. Fue un año en el que estuve eternamente agradecida de pasarlo aquí en la Tierra con mi familia, mis amigos y mi perro. Un año en el que tuve algunos de los mejores momentos de mi vida.
Hasta que nos volvamos a ver,
Hol.