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Habían pasado ya 16 horas desde la última réplica, encontraron el cuerpo sin vida de Giulia, de 10 años, ella estaba sin vida pero había protegido a su hermanita Giorgia, de apenas 4 años.
En noviembre del 2016, mientras todos dormían, la tierra comenzó a sacudirse. Solo bastaron unos segundos para que todo cayera a causa de un terremoto de 6,5 grados Richter y el centro de Italia se derrumbó. Hubo cientos de víctimas; llantos de desesperación por todas partes.
El aire estaba contaminado, lo que hacía más difícil el trabajo de los rescatistas. Trabajaban contra reloj y cada minuto era importante. Conforme pasaban las horas se perdía la esperanza de encontrar sobrevivientes.
Habían pasado ya 16 horas desde la última réplica, entonces encontraron el cuerpo sin vida de Giulia, de 10 años. Abrazada bajo de ella y aún con vida estaba su hermanita Giorgia, de apenas 4 años.
Los bomberos las sacaron de los escombros y admiraron el inmenso amor que tuvo Giulia por su hermana, al sacrificarse para salvarla. El día del funeral un rescatista dejó sobre el ataúd una carta que decía:
«Hola, pequeña:
Sólo di una mano para rescatarte de una prisión de escombros. Perdónanos por haber llegado demasiado tarde. Ya habías dejado de respirar cuando te encontramos, pero quiero que sepas que hicimos todo lo que pudimos para sacarte de las ruinas.
Cuando vuelva a mi casa en L’Aquila, sabré que hay un ángel que me mira desde el cielo, y tú serás una estrella luminosa en la noche.
Adiós, Giulia.
Te amo aunque nunca me hayas conocido»
Es hermoso que entre tanto dolor que deja una catástrofe, surjan actos de amor tan grandes. Esta pequeña nos enseña que los milagros son posibles cuando hay bondad en nuestros corazones.
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