Ya puede ser un rastrillo, un abrebotellas, un grifo, unas tijeras, una cinta de medir o un serrucho. Cosa que caiga en las manos de Legrand, cosa que acaba abandonando su nombre común para transformarse en un personaje entrañable.
La cuestión no es solo travestir el cacharro, sino también ironizar con su nueva imagen la tarea para la que está pensada. Desde hace diez años este diseñador gráfico se dedica, a través de esculturas y fotografías, a convertir botellas en camareros, raquetas en jugadores o kleenex que lloran.
Muchos de sus trabajos se pueden ver en el libro Le Grand Show des Petites Choses (El gran show de las pequeñas cosas). Para ver sus creaciones también en vivo, varios centros de arte en Toulouse y otros lugares públicos del Alto Garona exponen regularmente al público los objetos que se han topado con las manos de Legrand, esas que se dedican a dar vida a los anónimos objetos de andar por casa.
via Yorokobu