Mi historia es que he vivido engañada toda mi vida. A mí me dijeron que cuando mis amigas se convirtiesen en madres las perdería para siempre: que no habría cómo callarles la boca sobre sus hijos superdotados que con tres meses ya tocan el piano y que me mirarían con desprecio cuando les contase que me he peleado con el novio, ya que los verdaderos dramas de la vida no son los novios hija, son cuando en el supermercado ya no quedan pañitos húmedos.
Pero déjame decirte algo, querida nubecina: si alguna vez te has sentido ninguneada como la Carrie, no es porque tus amigas sean madres, es porque tus amigas son cojudas. Acéptalo ya, porque no hay nada más alejado de la realidad. Mis amigas son mamás y son lo más. Aquí te cuento por qué.
En sus casas siempre hay comida
Cuando no tenían hijos no había nada, a lo mucho un six pack a medio chupar y unos condones ahí sueltos en la refri (#truestory) pero ahora que son mamás en sus cocinas siempre hay chis-tris, waffers, galletas Tentación y Gerber de los buenos (de los malos también pero esos ni tocarlos).
Viven las noches de solteras como si no hubiese un mañana
¿Irse a dormir a las 10? No way. Grántico, pálmani zum y que empiece la fiesta, pletóricas, desenfadadas y más pesadas que una vaca al hombro cuando ya son las tres y no se quieren ir. Verlas bailando en el medio de la pista abrazadas a un Johnnie Walker y con lágrimas en los ojos porque al día siguiente se tienen que levantar a las 6 es, sencillamente, #priceless.
Son unas ninjas del tiempo
Saben poner cada cosa en su lugar
Porque cuando yo me quiero morir por A o B dramas, ellas saben escuchar, poner las cosas en contexto y darle la importancia justa a cada tragedia. Sus salas pueden parecer una juguetería pero sus cabezas se vuelven, paradójicamente, muy ordenadas: nunca olvidan lo que de verdad importa.
… y saben lo que es que algo duela y no poder explicarlo
Y esto es quizá lo que más me gusta de ellas: que tienen ese sexto sentido que sólo desarrollan aquellos humanos que han expulsado a un humanito desde dentro y, casi como un truco de magia, saben cuándo estás bien y cuándo no lo estás. Tienen un conocimiento Einsteiniano y brutal sobre el tiempo y el espacio y saben valorar más que nadie el silencio, sabiendo dártelo cuando lo necesitas y apareciendo de vuelta cuando estás lista para desembuchar. Justo de la manera que necesitas.
He vivido engañada toda mi vida y es que hay dos cosas que nadie se molestó en decirme. Nadie me dijo que esos pequeños terroristas convertirían a mis amigas no solo en madres: también las convertirían en unas personas sin las cuales no se puede vivir. Nadie me dijo tampoco que a pesar de que ellas y yo estamos en lugares completamente diferentes (o quizá también por ello) es nuestro trabajo salvarlas en aquellos momentos oscuros donde necesiten que alguien les recuerde que son Pili o Clau y no solo la mamá de alguien más.
Nadie me dijo nada, pero me encanta haberlo descubierto a su lado.
Esta historia fue escrita por Mariella Villanueva