La familia Finlay decidió adoptar una cachorro de Jack Russell, a la que llamaron Molly. A los 3 meses notaron que tenía un comportamiento peculiar: al orinar subía una pierna como los perros macho. Notaron que tenía una pequeña protuberancia entre las patas traseras y la llevaron al veterinario.
Molly era una en un millón: tenía genitales masculinos y femeninos: Molly era un perro hermafrodita. Poco a poco comenzó a comportarse como un macho pero sufría de constantes dolores en su ingle. A los seis meses el veterinario recomendó operar a Molly: quitaron su parcialmente formado pene y los testículos que podían volverse cancerosos.
Hoy Molly es una perrita que se sometió a un cambio de género. Sin duda una historia única.