Juana es una niña que nació prematura a nivel extremo quien llegó al mundo con tan sólo cinco meses de vida. Angie Elizalde, una mamá argentina, estaba de vacaciones por Brasil cuando sintió un gran dolor y con una toalla entre las piernas fue a la clínica. Debido al caso, los médicos no dudaron en llevarla de inmediato a la sala de parto. En ese momento, la madre atinó a decir “esperen que me saco la toalla” y una doctora le contestó que no tenía ninguna, era la bebé.
“Tenía la cabecita del tamaño de una mandarina, es lo único que llegué a ver. Después apareció un séquito de médicos, la pusieron en una especie de cúpula de plástico y se la llevaron. Mi mamá salió corriendo atrás para sacarle una foto, porque si se moría yo quería recordar su cara”, cuenta a Infobae Angie de Elizalde, periodista y directora de OhMyDog, una revista especializada en el vínculo entre las personas y sus perros. Era el 13 de junio 2013, la fecha de parto estaba prevista para el 18 de octubre.
“Sus pulmones no habían madurado -sigue Angie-. Las orejas no se habían enrollado, no tenía párpados y su piel era de color rojo fuerte. Pasó un día, pasaron dos y Juana seguía viva. Pero el médico vino y me dijo: tu hija está en lo que se llama ‘luna de miel’, son dos días en los que estos bebés no se enteran de que están fuera del útero. Hay que ver qué pasa de ahora en adelante. Es el día a día. Tienes que saber que tiene un 30% de probabilidades de vivir y que, si vive, puede tener secuelas graves”, le advirtieron los profesionales.
“En ese momento o te morís de tristeza o te convertís en un soldado de tu hija. Me decían ‘mira que puede quedar ciega’ y yo decía ‘ok, pero ella va a salir’. ‘Mami, la bebita tuvo un derrame cerebral, puede quedar espástica’ y yo decía: ‘ok, pero ella va a salir, va a salir’. ‘Mira que podría ser que quede sorda’, y yo lo mismo: ‘Pero Juana va a salir, va a salir’. Yo no sé si lo hice de genia o de negadora, pero me protegí así”, comentó.
“Estaba llena de cables dentro de una bolsita, como si fuera una ziploc. Yo le hacía reiki con las manos encima de esa bolsa, le inventaba canciones, pasábamos 24 horas con ella, en turnos con el papá. Era muy duro estar ahí porque se morían los bebitos de al lado, los que la habían estado peleando para vivir, y vos terminabas llorando por el hijo de otra persona”, agregó.
A Angie le recomendaron usar con su hija el “método canguro”: “mantener al bebé piel a piel con la mamá todo el tiempo posible. Está demostrado que los bebés mejoran su regulación de la temperatura, su inmunidad y tiene beneficios emocionales, porque está con su mamá en vez de estar en la incubadora”.
Pasaron 4 meses en la neo y llegó el día en que los padres de Juana escucharon esto: “Se la pueden llevar a casa”. Era el 18 de octubre, exactamente el mismo día en el que estaba previsto el parto. Así, Juana pasó a formar parte de una tendencia mundial: bebés cada vez más chicos que logran sobrevivir.
Juana se recuperó y se adaptó a la vida que sus padres querían tener con ella. “Siempre nos gustó agarrar el auto, los perros y salir de viaje. A Brasil, a Bariloche. Así que ahora lo hacemos también con ella, que viene atrás feliz, con los perros”.
Y aunque tiene solo tres años, sabe cómo empezó su vida. “Le encanta ver fotos, le gusta que le diga que ella luchó contra todo, que le ganó a todos los virus. Es muy chiquita pero creo que se siente fuerte”, sentenció su mamá.
Extraído de: MundoTKM