Nadie quiere un diseño de mierda (tampoco los pobres)

La frase del titular es con la que cierra su página web Ehsan Noursalehi, un joven ingeniero y diseñador estadounidense que lleva unos años trabajando con una idea en mente: cambiar la forma en que se crean productos para colectivos desfavorecidos y países pobres

Nadie quiere un diseño de mierda (tampoco los pobres)

Autor: Arturo Ledezma
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La frase del titular es con la que cierra su página web Ehsan Noursalehi, un joven ingeniero y diseñador estadounidense que lleva unos años trabajando con una idea en mente: cambiar la forma en que se crean productos para colectivos desfavorecidos y países pobres. La idea central es que el esquema con el que se produce es paternalista y, por tanto, fracasa: un producto con buena intención pero mal ejecutado está condenado al fracaso.

Su último proyecto se llama Everyone deserves great design(“Todos merecemos buen diseño”), y pone algunos ejemplos de proyectos solidarios que han demostrado ser inútiles. Por ejemplo, la noria de extracción de agua que se suponía que estaba destinada a que los niños de zonas rurales jugaran con ella y que, aprovechando su energía, se extrajera el agua. El problema: que los niños no están todo el día jugando con ella y, al final, son los adultos los que tienen que usar un mecanismo incómodo y poco práctico para extraer agua. Otro ejemplo: la lámpara de bajo coste que da luz sin tener una fuente de energía eléctrica… pero que está hecha en un material que se rompe en pocas semanas.

Ambos proyectos fueron un éxito en su momento, y estaban cargados de buenas intenciones… pero no solucionaron el problema que querían solucionar y, por tanto, fracasaron.

En el lado contrario, Noursalehi destaca algunas buenas ideas. Por ejemplo, las sillas blancas de plástico que se apilan. Seguro que has visto un montón, o puede incluso que tengas en tu casa. O los bolis Bic. Y esa, según él, es la clave: son cosas sencillas, baratas y que resuelven un problema funcionando de forma apropiada. Las hay por todo el mundo, y eso es una señal.

Bajo su punto de vista, el problema está en cómo se produce, en el esquema mental. Al ser proyectos solidarios no se toman como un negocio del que sacar beneficios, sino que dependen de la donación de alguien, y al final se acaba diseñando más pensando en el donante que en las auténticas necesidades y problemas del receptor. Es difícil, en cualquier caso, desarrollar un producto de bajo coste, eficiente y funcional cuando no es para hacer negocio ¿O no?

Noursalehi pone como ejemplo a las grandes compañías tecnológicas, que llevan unos años poniendo su atención en los países en desarrollo y desfavorecidos para aumentar su negocio. Google desarrolla un proyecto para llevar internet a todo el mundo con globos aerostáticos por vocación social… y porque a mayor población con acceso a internet, mayor audiencia potencial. Facebook respalda la creación de terminales baratos y sostienen aplicaciones sencillas porque en esos países son esos terminales los que tienen salida en el mercado y funcionan bajo conexiones de muy baja velocidad. Y nuevamente lo hacen por vocación social… y porque en el primer mundo ya no pueden mantener su crecimiento.

Entonces, ¿qué propone este diseñador?

Una sencilla guía de cuatro puntos: hacer que converjan las intenciones con las necesidades, minimizar las ineficiencias, optimizar el valor del producto y, sobre todo, dignificar a todo el mundo sin tratarlos como pobres que aceptarán cualquier mierda. Todo con un objetivo: diseñar no para el 10% rico ni para el 90% que no lo es, sino para el 100%

Y este es su trabajo: en 2008, y siendo todavía  puso en marcha junto a algunos compañeros Bump, un estudio de diseño en el que se creó OpenSocket, una prótesis para amputados de bajo coste que se instala de forma rápida y con materiales que se pueden encontrar fácilmente. Lo que empezó en un garaje y hecho en su tiempo libre acabó llevándoles a Guatemala o la India, y cambiando la vida de unos cuantos. En 2013, y como parte de su tésis, diseñó un calzado que, con sólo tres tallajes, se ajusta  a cualquier pie adulto, lo que abarata y facilita su adquisición; todo ello con unos costes de producción masiva realmente bajos y con materiales de fácil adquisición


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