Por qué solo algunas caras nos parecen atractivas

Un estudio con miles de voluntarios prueba por primera vez que nuestras preferencias estéticas no están marcadas por los genes sino por nuestras experiencias. Nos encantan determinadas caras en función de nuestras vivencias.

Por qué solo algunas caras nos parecen atractivas

Autor: Ángela Barraza

atractivo

Está usted en una reunión familiar y aparece en televisión el rosto de un actor o actriz conocidos. Alguien comenta que le parece extraordinariamente atractivo y a continuación se inicia una encendida disputa: resulta que a otros les parece feo. ¿Tan diferentes son nuestras percepciones de una misma realidad? ¿Por qué está condicionado este criterio estético tan variable de unos a otros?

Para conocer mejor este fenómeno, el equipo de Laura Germine, del hospital general de Massachusetts y la Universidad de Harvard, ha realizado una serie de experimentos con voluntarios a los que exhibían decenas de rostros de ambos sexos para que los valoraran por su atractivo. En concreto, los científicos han reunido las valoraciones de más de 35000 personas que entraron en la web Test my brain y pusieron nota a los rostros que aparecen en la prueba. Con estos datos, realizaron después un refinado de los resultados realizando un test similar a 547 parejas de gemelos idénticos y 214 parejas de parejas de mellizos del mismo sexo que valoraron el atractivo de 200 caras.

Los autores del trabajo, publicado en la revista Current Biology, concluyen que, aunque existen una serie de rasgos generales cuya preferencia tenemos codificada en los genes – como nuestro gusto por las caras más simétricas -, cada persona valora qué cara es o no atractiva en función de sus propias vivencias. Tanto es así que las parejas de gemelos genéticamente idénticos tenían gustos totalmente diferentes en este sentido. Nuestras preferencias estéticas sobre los rostros, aseguran los investigadores, está basada principalmente en nuestras experiencias y éstas son altamente específicas en cada individuo.  Por el contrario, según comprobaron con los mismos experimentos, nuestra capacidad para reconocer rostros tiene una alta base genética.

A la hora de valorar si un rostro nos gusta o no, explica Germine, en la balanza pesan experiencias con anteriores parejas o lo que solemos ver y apreciar a través de los medios de comunicación. «El tipo de ambientes que importan no son aquellos que comparten quienes crecen en la misma familia», explica la autora principal, «sino que son mucho más sutiles e individuales, e incluyen cosas como las experiencias personales con amigos o compañeros así como en los medios sociales y populares». No importa tanto tu estatus social o quienes son tus vecinos, insisten, sino lo que te marcó en algún momento o el aspecto que tenía tu primera pareja.

Con estos datos, los autores del trabajo creen que se abre un nuevo camino para investigar la «evolución y arquitectura del cerebro social» y se proponen estudiar mejor qué factores ambientales condicionas nuestras preferencias ya no solo respecto a los rostros, sino a otros elementos como las mascotas o la música.

Referencia: Individual Aesthetic Preferences for Faces Are Shaped Mostly by Environments, Not Genes (Current Biology) http://dx.doi.org/10.1016/j.cub.2015.08.048 | Imagen: Andrew Smith (Flickr, CC)

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