Este efecto es más fuerte cuando te rascas tu mismo y cuando te estás rascando en un lugar que te pica, en vez de hacerlo en un lugar cualquiera de la piel.
Pero, al contrario de que lo podrías esperar o de lo que hayas leído en otro lugar, no hay evidencia clara de que este placer povenga de la liberación de endorfinas: pasa únicamente en el cerebro y la espina dorsal.
Este mecanismo puede haber evolucionado para impulsarnos a deshacernos de parásitos de la piel. Toda la evidencia sugiere que se trata de una respuesta muy antigua, porque todos los vertebrados se rascan… ¡Incluso los peces!
BBC