Quien no baila se queda sentado y se convierte en el espectador de la fiesta. En cambio, la persona que se aventura a pararse y sacudir el cuerpo tiene la oportunidad de entablar una relación con el entorno e interactuar con otras personas. Una vez que inicia el baile, comienza un rito que durante miles de años se ha reproducido con el fin de satisfacer los placeres e instintos. El objetivo es conseguir una armonía entre el sonido y los movimientos para emitir un mensaje de seducción y encanto.
“Ya sea con una vuelta, un revés o un contragolpe, el bailarín tiene que poner a prueba sus habilidades creativas para reinventar los movimientos y evitar caer en la monotonía”.
La relación entre el baile y el sexo ha existido desde las primeras sociedades que habitaron la Tierra. Los griegos, por ejemplo, realizaban enormes fiestas para embriagarse, bailar y mantener relaciones sexuales entre sí, siguiendo las enseñanzas de Dionisio, el dios del vino y de las pasiones. Desde ese entonces, aquella práctica comenzó un largo camino de transformación y adaptación, concluyendo hoy en un proverbio popular que dice lo siguiente: “Las personas que no saben bailar son malas en el sexo”. ¿Será cierto?
No hay un estudio que revele esta interrogante, pero se pueden hacer algunas aseveraciones partiendo de la seducción del movimiento. Dicen que biológicamente el hombre posa los ojos sobre las zonas erógenas de la mujer cuando entabla una interacción de reconocimiento. A su vez, ellas comienzan a medir el grosor de los hombros y brazos; el largo de las piernas y la cadencia de sus caderas, ahí donde se concentra el punto más atractivo del cuerpo.
Saber bailar es saber mover las caderas a un ritmo constante y preciso. Se necesita de una gracia suprema y ligereza para nunca perder el equilibrio desde el primer compás hasta la última nota. Quien cumpla satisfactoriamente bailar una canción, demuestra que tiene equilibrio, fuerza, resistencia y gracia.
Si la persona demuestra estas características en el baile, se sobreentiende que las aplicará de igual manera durante un encuentro sexual, pues la lógica del movimiento es la misma. Tanto al bailar como al tener sexo es necesario hacer una serie de pasos ordenados que conducirán a los individuos involucrados al punto máximo de la comunión. El paso básico del baile, mundialmente conocido “1-2”, es una simple reinterpretación del movimiento de básico de caderas que se ejecuta cuando el pene está penetrando a la vagina.
El golpe pélvico es lo más importante en ambas artes, pues marca la cadencia en la que se moverán los cuerpos. Tanto el hombre como la mujer deben estar sincronizados, según la tonada de la música, como la ola que viene y se va, que se mete y sale de la bahía fértil. Por eso, quien sabe bailar sabe dejarse llevar por el momento, imponiendo además su propia voluntad al decidir cuál será el siguiente paso.
Ya sea con una vuelta, un revés o un contragolpe, el bailarín tiene que poner a prueba sus habilidades creativas para reinventar los movimientos y evitar caer en la monotonía. Otro factor que domina y sirve mucho para mejorar el diálogo en la cama, es la habilidad de tomar rápidas decisiones. La música nunca para y para no ser comidos por el ritmo hay que tener siempre en mente lo que se va hacer, ir un paso adelante en la coreografía.
Tomar una buena decisión en el momento correcto es crucial para que la pareja llegue al final del rito con una explosión de placer. En cambio, en las personas que no acostumbran a bailar, la rapidez y eficacia de sus decisiones disminuye, dejando un aburrido encuentro a su paso. Por último, si aún queda duda de lo maravillosas que son las personas que bailan en la cama, habrá que destacar lo decididas, constantes y atrevidas que son.
“El golpe pélvico es lo más importante en ambas artes, pues marca la cadencia en la que se moverán los cuerpos”.
No cualquiera tiene el temple para resistir las miradas de asombro que se ganan al sacar sus mejores movimientos al centro de la pista. Si se tiene el valor de levantar los brazos al cielo mientras los pies danzan y una cadera se disloca con el ritmo de una quebradita, no sería sorprendente que realice durante el encuentro sexual un mortal hacía atrás, caer parado y arrancar un grito de guerra o gemido de amor.
Por estas razones las personas que no bailan son malas en el sexo. Lo bueno es que cualquiera puede aprender a hacerlo y una vez que se consiga el dominio en este arte, las parejas sexuales caerán de lo cielos.
Vía cultura colectiva