Hablar en público provoca reacciones muy diferentes dependiendo de cada individuo, pero lo más habitual es sentir, como mínimo, algo de nerviosismo. Las piernas temblequean, el pulso se acelera, el rostro palidece y el estómago comienza a hacer de las suyas. ¿Por qué ocurre?
Para entenderlo, curiosamente, hay que remontarse miles de años atrás, en concreto cuando los predecesores del homo sapiens comenzaban a explorar las estepas africanas. Aunque gracias a su intelecto este poco a poco comenzó a hacerse dueño y señor del lugar, de vez en cuando aparecía algún predador más poderoso para el que había básicamente dos tipos de respuesta: o huir corriendo o plantarle cara.
Corre o… lucha
Es lo que se conoce como reflejo de Fight or Flight, o reacción de lucha o huida. Es una respuesta fisiológica ante la percepción de daño, ataque o amenaza a la supervivencia. Ha acompañado al ser humano durante toda su evolución desde aquellas épocas primigenias en África y, por algún motivo que todavía no está 100% aclarado, se activa en determinadas situaciones como cuando hablamos en público.
La respuesta básica se viene de la amígdala cerebral, una parte del cerebro (bueno, dos, una cada lado) que fundamentalmente se encarga de procesar las emociones. Esta manda una señal a las cápsulas adrenales, dos pequeñas regiones que se sitúan encima de los riñones y que como su nombre indica disparan los niveles de adrenalina. La adrenalina, una hormona, es la que se encarga por sí misma de provocar todas esas reacciones.
Y no todo es malo, nuestros reflejos se agudizan, oímos mejor, percibimos mejor el entorno, nuestros niveles de atención se disparan y los reflejos son más rápidos. Nos preparamos para sobrevivir, en esencia.
¿Qué tiene que ver un león con una presentación en público?
Dicho esto, hablar en público no es lo mismo que luchar contra un león ni tampoco supone, intrínsecamente, una situación de peligro.
Algunas de las teorías que parecen explicarlo es que tal reflejo se activa cuando sentimos una atención desmesurada sobre nuestra persona (como ocurre en un momento así y como ocurre cuando un depredador mira a su presa y se relame) y otras, simplemente, que al ser un impulso primitivo semi enterrado en las profundidades de nuestro sistema neurológico se mezcla y enreda con otros más básicos como la ansiedad o el simple temor a hacer el ridículo.
En casos extremos de pánico escénico, de hecho, se llega a un círculo vicioso de ansiedad. Hablar en público desencadena el impulso de reacción de lucha o huida, que a su vez provoca ansiedad, que su vez provoca la reacción etc. Aunque no es lo habitual, y la mayoría de personas lo superan echándole valor al asunto, los casos más delicados requieren atención y tratamiento psicológico.