Los sueños constituyen una de las facetas de nuestra mente que mayor intriga nos generan. Su elegante falta de respeto a las leyes que rigen la realidad ordinaria, la implacable sutileza que pueden alcanzar, combinada con una etérea flexibilidad, son solo algunas de las virtudes de este apasionante fenómeno que han detonado millones de reflexiones cuasi-hipnóticas.
Una de las interrogantes más curiosas en torno al universo onírico es la siguiente: ¿Por qué si al soñar entramos a un reino plenamente moldeable, en lugar de dedicarnos exclusivamente a vivir inenarrables fantasías, visitar lugares paradisiacos y gozar de extasiantes emociones, en realidad pasamos buena parte de nuestra vida onírica experimentando bizarras situaciones, presenciando absurdos y angustiantes escenarios o recorriendo parajes inhóspitos? O incluso, llevando la curiosidad un paso más allá ¿por qué en lugar de copular con cuerpos angelicales o generar encuentros con los seres carnalmente más deseados, terminamos por dar vida a contactos sexuales con gente completamente inesperada, con la que muchas veces al parecer ni siquiera nos sentimos atraídos mientras estamos “despiertos”? ¿Por qué fornicamos apasionadamente en sueños con personas frente a quienes nos sentimos absolutamente neutrales en un plano sexual?
Abundan teorías que tratan de explicar el por qué nos encontramos con ciertas personas, lugares o situaciones durante los sueños. La postura de Freud al respecto, desde una perspectiva simplista, afirma que los sueños son mecanismos a través se los cuales saciamos nuestros deseos ocultos o reprimidos. Jung, en cambio, enfatizaba más en una red de información meta-compartida que llamaba el inconsciente colectivo, afirmando que nuestros sueños emanan de patrones compartidos de símbolos, que a su vez están asociados con arquetipos originales. Fritz Perls, psicólogo y psiquiatra, vio en los sueños una especie de extensión, inmaterial pero directa, de nosotros mismos.
Pero independientemente de las posibles interpretaciones, lo cierto es que en los sueños, como en la vida, los contenidos sexuales tienen un lugar especial debido a la enorme relevancia biológica, cultural, emocional y química que el sexo tiene entre los seres humanos. Para algunos el soñar un encuentro sexual con alguien simplemente quiere decir que, en algún plano de nuestra conciencia, en realidad desearíamos consagrar ese encuentro dentro de la vida ordinaria. En su libro The Sex of Your Dreams: Erotic Dreams and Their Hidden Meanings, la autora Carol L. Cummings postula que los sueños eróticos “tienden a basarse, como afirma Freud, en el saciar de un deseo” y añade que a fin de cuentas son un saludable mecanismo para liberar la energía sexual que en la vida cotidiana tenemos que reprimir, pues materializar esos encuentros sería “inapropiado”.
Contrario a la opinión de Cummings, Gillian Holloway, PhD y autora de The Complete Dream Book, cree que existen diversas explicaciones para entender los sueños sexuales: una posibilidad es que la persona con la cual copulamos en sueños representa ciertas características de personalidad que nosotros deseamos incluir en nuestra propia identidad. En este sentido tal vez no te estás acostando con tu colega del trabajo sino con alguna de las virtudes que percibes en su personalidad, y que en la tuya consideras que hacen falta. Otra posibilidad es que aprovechas los sueños para encontrarte eróticamente con alguien que en el fondo sabes que en la vida real no te hará bien y por lo tanto quieres desgastar la posibilidad de que cuando estés despierto puedas tener un encuentro similar. Finalmente, otra posibilidad es que la cópula onírica represente el hecho de que estas forjando un nuevo proyecto con esa persona y el acto sexual que mantienes con ella simplemente representa, de una manera bastante coqueta, el hecho de que asumes un compromiso para crear, en conjunto, algo todavía inexistente.
Así que por un lado tenemos la posibilidad de que en realidad te encantaría “sexualizar” tu relación con aquellas personas con quienes co-protagonizas sueños eróticos, a pesar de que sea algo que tu consciente niegue rotundamente. Por otro lado parece importante enfatizar que los encuentros sexuales no necesariamente tienen una alusión directa al acto sexual, sino que se usa la carga simbólica de esta actividad para representar, en tu propio teatro onírico, otras facetas de tu relación con esa misma persona o incluso contigo mismo.
Al parecer lo que realmente importa es cultivar la comprensión de que los sueños representan una especie de herramienta evolutiva íntimamente relacionada con el auto-conocimiento, con la aceptación de nuestras circunstancias individuales y con la noción de que a fin de cuentas cada uno de nosotros está “diseñado para diseñar” nuestras respectivas realidades, sean oníricas o “reales”. Y bueno, si después de leer este artículo ninguna de las posibles interpretaciones te convence, lo único que me restaría es recomendarte que al menos trates de disfrutar al máximo esos despliegues eróticos que inevitablemente todos vivimos dentro de las estepas oníricas.
Twitter del autor: @paradoxeparadis
*Con información de DC