La sociedad actual parece obsesionada con el narcisismo, con frecuencia queriendo identificarlo en ellos mismos, sus parejas, jefes o incluso mascotas. Sin embargo, pocos se preguntan sobre el polo opuesto del narcisismo: el ecoísmo. Este rasgo, derivado del mito griego de Eco, representa una disposición modesta y autoinhibida.
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En la mitología griega, Eco, una ninfa con una hermosa voz, sufrió un castigo divino que le impidió hablar libremente, sólo repitiendo las palabras de otros. Esta historia refleja el comportamiento de los ecoístas, quienes centran sus esfuerzos en satisfacer las necesidades ajenas, evitando expresar sus propios deseos y pensamientos por temor a la vergüenza o al rechazo.
Los ecoístas tienden a ser empáticos, evitan la atención y a menudo se culpan a sí mismos. Su dificultad para establecer límites y su tendencia a pedir muy poco a los demás, por miedo a ser una carga, los hace susceptibles a relaciones desiguales, especialmente con narcisistas. Aunque el ecoísta parece la víctima y el narcisista el agresor, ambos roles satisfacen necesidades específicas en su dinámica.
Comprender el ecoísmo requiere una comprensión del narcisismo, ya que ambos se encuentran en extremos opuestos del mismo espectro. Mientras los narcisistas monopolizan la atención, los ecoístas se esconden en las sombras, encontrando consuelo en su falta de protagonismo. Esta relación simbiótica ilustra cómo los extremos de la personalidad pueden ser perjudiciales.
El mito de Eco y Narciso subraya las consecuencias de estos extremos, ya que ambos personajes terminan trágicamente. En la actualidad, tanto el narcisismo extremo como el ecoísmo pueden contribuir a problemas de salud mental, aislamiento y soledad. Sin embargo, un nivel moderado de narcisismo grandioso puede ser beneficioso, fomentando la resiliencia y el rendimiento bajo presión.
Para evitar los efectos tóxicos de estos extremos, es esencial entender que los rasgos de personalidad no son fijos. Nuestro comportamiento y personalidad cambian según las circunstancias y las demandas del entorno social. Esta perspectiva puede ayudarnos a encontrar un equilibrio saludable entre el narcisismo y el ecoísmo, promoviendo el bienestar personal y relacional.
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Foto: Redes
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