Normalmente cuando vivimos una coincidencia que nos parece improbable, nos hace pensar en que existe un orden secreto en el mundo o nos brinda una sensación de que la vida tiene significado y nos otorga una conexión con el mundo. Para muchos científicos esto es solamente una proyección de la mente, una forma de resistirse al caos y a la entropía de la materia. «Sin embargo, la explicación científica no es del todo convincente para muchas personas, ya que esta palidece en comparación al poder numinoso del hecho mismo que surge en la conciencia cuando se tiene una experiencia de lo que Jung llamó sincronicidad, especialmente cuando nos hace pensar que estamos alineados con un destino o con una fuerza universal que guía o que subyace a la realidad» acorde con pijamasurf.com. Según el científico John Lilly, estas coincidencias son algo parecido a señales del programa informático que es el universo y que nos muestran que vamos por un sendero adecuado para alcanzar un misterioso objetivo cósmico.
John Lilly fue un tipo sumamente peculiar. Con una destacada formación académica como físico, psiquiatra y neurocientífico, estudió con importantes científicos como Paul Dirac, entre otros. Pero su vida lo llevaría hacia fronteras desconocidas siendo pionero en comunicación animal, estudiando las relaciones entre delfines y hombres. Lilly inventó los tanques de aislamiento y experimentó estados de conciencia alterada utilizando LSD y ketamina en inmersiones de privación sensorial. Desarrolló una visión de la mente humana como una biocomputadora cósmica que podía y debía desprogramarse para acceder a estados de conciencia superior que llamó samadhis, tomando el término utilizado en el yoga clásico. Incluso sugirió que los delfines podían comunicarse telepáticamente con los seres humanos, algo que lo ha mantenido al margen de la ciencia establecida. En su libro Simulations of God escribió:
Jung trató de enunciar con Wolfgang Pauli la ley de la sincronicidad. La sincronicidad es el resultado de los efectos de la psique humana en los eventos. Esto puede traducirse de manera holgada a otro sistema que he derivado de la ciencia empírica, un sistema que llamo «Control de Coincidencia». El control de coincidencia es algo así: si vives bien, las coincidencias se acumularan para ti en formas benéficas inesperadas y sorprendentes. Si no vives bien, las anti-coincidencias se acumularan de formas inesperadas, nefastas y hasta desastrosas. El criterio sobre si estás viviendo bien es la observación empírica de las coincidencias. Si las coincidencias se acumulan, estás viviendo bien. Si no se acumulan, entonces no estás viviendo de manera correcta y debes de examinar la forma en la que estás viviendo.
Lilly señala que el sistema depende de tener un método para interpretar los eventos que evite la proyección de los propios deseos. Jung había definido sincronicidad como una «coincidencia significativa» o un evento en el cual no hay una relación causal pero sí una relación de significado. Lilly sugiere que en una coincidencia se involucra «el campo total de una situación» y pone el ejemplo de una coincidencia que vivió:
Un amigo mío que vive en la playa en el Océano Pacífico soñó una noche que un delfín encallaba en la playa enfrente de su casa y los niños de su colonia lo empujaban de regreso al mar. Yo llegue a su casa en la mañana y me contó su sueño en el desayuno y en menos de dos horas, un delfín encalló y él, su esposa y los niños lo regresaron al mar.
Lilly apunta que no es (o era) algo completamente inusual que un delfín se quede varado en las playas del sur de California y que tal vez algún científico escéptico diría que es sólo una coincidencia, pero él considera que esto fue una coincidencia que es parte del control cósmico de la realidad, algo así como una inteligencia cibernética que guía el universo. Para Lilly la vida en la tierra podía considerarse una especie de misión o programa que debía completarse y una vez que se completaba, podía abandonarse este tipo de existencia limitada. Las coincidencias eran una forma de notar que se iba por el buen camino y que se estaba recibiendo vistos buenos de la Oficina Central del Control Cósmico. Aunque el universo o el programador cósmico en realidad no tiene preferencias. Según Lilly: «El Amor Cósmico es absolutamente implacable e indiferente: enseña sus lecciones sin importar si te gustan o disgustan».