Ser presa de tu propia mente: la doble vida de las personas bipolares

Aún viviendo en el siglo XXI, hay infinidad de situaciones que no entendemos sobre el ser humano, incluyendo reacciones, maneras de asimilar situaciones de convivencia, tragos amargos en la existencia y cómo los vivimos, sinsabores que pueden detonar un cambio de conducta repentino o que nos marcan de por vida, pero digamos que eso lo […]

Ser presa de tu propia mente: la doble vida de las personas bipolares

Autor: Arturo Ledezma

Aún viviendo en el siglo XXI, hay infinidad de situaciones que no entendemos sobre el ser humano, incluyendo reacciones, maneras de asimilar situaciones de convivencia, tragos amargos en la existencia y cómo los vivimos, sinsabores que pueden detonar un cambio de conducta repentino o que nos marcan de por vida, pero digamos que eso lo vamos aprendiendo conforme crecemos y tenemos más experiencias en la vida… Para las personas bipolares éstas no son sólo experiencias, sino que podríamos decir que esto puede convertirse en un enigma, algo así como sacar en una caja de chocolates, el del relleno sabor vómito, bilis o los dos juntos… ¡ja!

Parte de ser bipolar es vivir en la orilla de un hoyo negro que, si bien nos puede hacer vivir de un lado a otro con suma energía, confianza, y creatividad, también puede ser que terminemos flotando entre la desesperación y depresión profunda que pareciera no tener salida ni fin.

El cerebro nos ayuda a hacernos preguntas como si estaremos haciendo algo mal, en si será necesario tener que pasar por tal vivencia que parece la muerte eterna de la esperanza, etcétera etcétera, etcétera. Si nos atrevemos a, o debemos convivir con más personas, el hastío de la situación se torna inmencionable, porque realmente no buscamos palabras de aliento cuando nada funciona, un abrazo no lo quita, no es un moretón que se vea, una fractura expuesta o una mordedura de serpiente; quisiera decir que son momentos de introspección, pero como no es una situación en la que uno se pueda volver analítico, sino lo que pedimos y pide el señor cerebro es no pensar, entonces este sustantivo no queda para lo que les cuento.

Entendemos que la única persona con quien estamos obligados a convivir es con nosotros mismos, pero “así” es impensable querer hacerlo y pensar siquiera en sobrellevarlo. Los abruptos cambios son tan drásticos que en un primer momento podemos sentirnos en la cima y al siguiente sabernos en la sima (les prometo que está bien escrito).

Todos los días es necesario vestir un accesorio no tan opcional como el reloj, es más, ni como los zapatos, se llama máscara de cordura, pero es algo que nadie más está autorizado para quitar o notar si está fragmentada; sí, la curiosidad es mucha, es como tener curiosidad sobre el comportamiento de los animales que son enjaulados y tienen otras actividades cuando nadie más los ve, pero el espectáculo no es grato y es el equivalente al infierno para quienes los viven(mos).

En estos tiempos pareciera estar de moda usar la frase “estoy loco/loca” para decir que está diciendo uno sandeces (eso es el equivalente a tontería, no a locura), pero tomémosla como una simple expresión, un neologismo que denota más bien el ser locuaz; pero arriba de la mera frase, hay cosas que son indescriptibles incluso para quienes las viven. Lo que realmente se asemeja al significado es estar encerrado en la propia mente y ser presa de ella, vivir en la incógnita y a la espera de la siguiente depresión de la montaña rusa de la feria de nuestras vidas.

Imagino que para quienes no son del mundo de los dos polos en una misma cabeza, la decisión de estar bien es una misión aburrida y no ven como un privilegio el no luchar diariamente contra sí mismos y tener que soportarse con tantos cambios químicos en el propio cerebro, por eso les digo algo que con seguridad ignoran: a veces, los bipolares daríamos la existencia presente y futura por gozar de tan preciada capacidad a la que nosotros no llegamos a la repartición.

Hay quienes confunden el ser persona hormonal, regularmente en mujeres, con el ser bipolar y debo decirles que una es situación mensual, esperada y en cierto modo, entendible, pero la bipolaridad agarra parejo en género así que mejor midan sus palabras y piensen antes de proferir comentario, porque si una mujer pasa por hormonal, un hombre pudiera repartirles un buen trancazo por juzgar sin haberse enterado antes… quien sabe, mejor no se arriesguen.

Sí, hay tratamientos que para los bipolares y, a diferencia de padecimientos como estrés o ansiedad, los medicamentos deben ser tomados con singular entusiasmo y regularidad (y a veces de por vida), ya que de no hacerlo se puede caer en el ciclo de no saber qué o por qué pasa, y neto es peligroso para nosotros mismos, pero sí, también hay avances que permiten que las dosis y tratamientos no sean tan agresivos que hasta nos permitan convivir en sociedad y llevar una vida relativamente normal (sí, sí, ya sabemos todos que la normalidad no existe, per sé, pero digamos que si digo en la generalidad, les hará más sentido, entonces, elijan la frase).

Ahora les compartiré algunas imágenes que Liz Obert, una mujer fotógrafa quien nació con trastorno bipolar y en el año 2013 decidió hacer del conocimiento del mundo, que existen personas quienes viven en este “sube y baja” cotidiano; su manera de dar a conocer la dualidad fue retratando los dos polos de la personalidad de cada participante, incluyéndose y dejándonos leer, en primera persona, la manera que cada uno tiene de sentirse y pensar en esos lúgubres/normales días.

via Swagger


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