A lo largo de la historia el arte plástico se ha utilizado en incontables ocasiones como un vehículo para incomodar al espectador. Siguiendo esta especie de subtradición, Russel Cameron crea grotescas entidades de carne y hueso que casi invariablemente perturban a quien las contempla. Sin embargo, también hay quienes perciben en ellas algo paradójicamente hermoso, incluso enternecedor.
Precisamente en esa extraña mezcolanza de emociones que estas piezas detonan radica la identidad creativa de Cameron y sus seres. El fin artístico o búsqueda creativa de este artista autodidacta con sede en Nueva York se explica así según la misión que plantea la Macabre Gallery que expone su trabajo:
…es darles vida, sentimiento y un lugar entre nosotros, sea un busto clásico o una extremidad deforme montada en una base de madera, la pieza debería hablar y contar una historia al espectador.
La mayoría de las esculturas de Russel poseen características humanas como textura de piel y alguna forma de estructura anatómica, estos detalles juegan un rol esencial en la creación de cada pieza.
Russel considera que todo en este mundo tiene su propio lugar y que aquellos que perciben belleza en donde la masa no ve nada más que algo grotesco tienen un regalo que debiese ser explorado.