La medicina que se comercializaba en el siglo XIX y en las primeras décadas del XX, es a día de hoy objeto de asombro y de profundo desconcierto. ¿Tabletas de cocaína para el dolor de dientes en los niños? ¿Para resolver los problemas de garganta en actores y maestros de escuela? Desde luego, y más que eso. Estas tabletas “mágicas” eran un “curalotodo” que los laboratorios Lloyd Manufacturing comercializaban en todo el mundo por poco más de 15 centavos.
¿Te gustaría saber que más componentes llevaba esta medicina asombrosa? Te lo explicamos.
Resuelva todas sus molestias con las tabletas de cocaína de los laboratorios Lloyd
Hay que empezar aclarando un importante aspecto: a lo largo del siglo XIX la cocaína era legal y famosa en la industria farmacéutica para aliviar el dolor, así como el opio, muy adecuado por su parte para resolver problemas de insomnio o ansiedad a lo largo de toda la época victoriana.
Estos productos solían venderse con una recomendación: el consumo debía ser moderado para que pudiera aportar verdaderos beneficios a los pacientes. No obstante, nadie podía controlar su administración, es decir, si unos padres querían aliviar el dolor de la dentición de sus hijos, era frecuente darles una pastilla cada noche para que la criatura descansara tranquila. Así pues, poco a poco, llegaban a las consultas médicas niños con auténticos síndromes de abstinencia debido al consumo de estas tabletas de cocaína u otros jarabes milagrosos.
Lo que llama la atención también era la gran campaña publicitaria que respaldaba y animaba a consumir estos tipos de productos. Las tabletas de cocaína de Lloyd Manufacturing, por ejemplo, no solo eran capaces de resolver el dolor de muelas, sino que también era adecuado para aliviar dolores estomacales, problemas de hígado o procesos asociados al cáncer. ¿Adivinas qué componentes tenían estas tabletas curalotodo? Además de cocaína, tenía morfina y alcohol.
Un dato a tener en cuenta es que se suministraba sin receta médica, y esto era ya algo serio y verdaderamente peligroso. No se tienen datos de si su consumo llegó a producir alguna muerte, pero su comercialización se dio desde 1885 hasta 1910, y fueron muchos los niños los que la tomaron para aliviar las molestias de la dentición. Se sabe también que era muy común usarlas para aliviar la tos, puesto que en los anuncios solía decirse que era estupenda para “oradores, maestros, cantantes y actores”, y también, cómo no, para mejorar el ánimo en casos de “melancolía” o tristeza profunda.
Otro dato curioso e inquietante es que en su administración, se recomendaba lo siguiente “tomar con un vaso de vino, los niños, por su parte, con moderación”. De ese modo, los efectos eran aún más efectivos, de eso no nos cabe duda. En ocasiones, los farmacéuticos, para disimular un poco el sabor amargo de la cocaína, la morfina o el opio, solían añadir azúcar a la composición, así como licores y otras especias para configurar un sabor agradable para grandes y pequeños. Cabe puntualizar que aunque a día de hoy no podamos evitar leer este tipo de cosas con las cejas arqueadas de puro asombro, en esta época, dichos medicamentos eran muy populares. Y la gente, confiaba en ellos. Lo cual nos lleva a otra reflexión… ¿Qué dirá la humanidad del futuro de la medicación que tomamos a día de hoy?