Lo llaman “oro verde”, “la planta del futuro”. Se trata del nopal, que según el departamento de alimentación y agricultura de la ONU, será el cultivo que salvará muchas vidas, especialmente en los países que luchan por adaptarse al cambio climático, pues se trata de un cultivo que puede crecer en la mayoría de las áreas secas del mundo, que como sabemos, están en franca expansión.
La tuna es realmente increíble. En primer lugar, es extremadamente fácil de cultivar: los cladodios planos o espinosos del cactus echarán raíces allí donde toquen el suelo, por lo que generar una nueva cosecha de cactus es tan fácil como esparcir hileras de almohadillas en el suelo. También es extremadamente resistente: las tunas pueden crecer en tierras ásperas y áridas donde otras plantas se niegan a crecer (siempre que las temperaturas no bajen por debajo del punto de congelación).
En segundo lugar, apenas necesita riego, y en regiones que reciben al menos un poco de lluvia periódica, no lo necesita en absoluto. Al igual que otros cactus, almacena agua en sus almohadillas, que pueden contener hasta un 95 por ciento de líquido. También utiliza una forma de fotosíntesis, que le permite cerrar durante el día, cuando hace más calor y la tasa de pérdida de agua sería más alta, y recolectar dióxido de carbono durante la noche. Debido a sus bajas necesidades de agua, es una planta que puede prosperar incluso en condiciones de sequía, cuando otros cultivos se marchitan y mueren.
Es una buena noticia para las regiones que experimentan sequías más frecuentes y más intensas, porque lo último sorprendente de la tuna es que tanto las almohadillas de cactus como sus frutas son comestibles, y son alimentos nutritivos y ricos en agua para los humanos y su ganado, tanto así que en países como Etiopía y Madagascar, donde están experimentando sequías extremas, mucha gente está sobreviviendo en base al cactus. Cuando no pueden cultivar otra cosa, el cactus está ahí para alimentar a las personas y a sus animales.
La tuna es originaria de México, un país donde está impregnada de cultura: la planta aparece en la bandera mexicana, y México es uno de los pocos lugares que regularmente come tuna, o nopales, así como la fruta de la planta. Las almohadillas se asan a la parrilla y se sirven en ensaladas, tacos, papas fritas y otros platos, mientras que la fruta se come cruda o en mermeladas, jugos o incluso helado. Las frutas son densas en agua y tienen un sabor refrescante similar a la sandía, mientras que las almohadillas son ligeramente amargas. Las frutas, tienen más antioxidantes que las manzanas y los tomates, y son ricas en flavonoides y vitamina C.
La resiliencia de la tuna es una rara pieza de buenas noticias relacionadas con el clima cuando se trata de cultivos. Las lluvias y las temperaturas impredecibles que acompañan al cambio climático tienen el potencial de alterar la producción de cacao, café e incluso maíz y trigo. Pero la tuna, además de mantenerse firme frente al cambio climático, incluso puede tener el potencial para ayudar a combatirla: los investigadores en México han estado buscando maneras de convertir la piel dura y espinosa del cactus en biogás renovable.
La tuna, por supuesto, no es un cultivo milagroso para todos: en las partes del mundo que se están inundando, por ejemplo, el cactus no prosperará. E incluso donde lo hace, serán necesarias otras fuentes de proteínas y carbohidratos para una dieta completa. Pese a todo representa una esperanza alimenticia en estos tiempos en que el cambio climático está trastornando la forma en que vivimos en el planeta.
Fuente: earther