A juzgar por los testimonos recogidos por ‘The Sun’, el caso de este pobre hombre no es un hecho aislado. Decenas de machos son ‘estafados’ cada noche por estas diosas a medio vestir. Sigue leyendo y descubre cómo hacen estas bailarinas para conseguir su preciado botín.
¿Cómo sacan el dinero a los hombres?
El stripper Railey Johnson, 26 años, arroja luz sobre el tema. «He estado bailando en clubes desde que tenía 18 años, en Manchester y Sheffield. Hay que tener presente que estos clubes son un negocio. Desde el momento en que un tipo entra por la puerta, el único objetivo es sacarle todo el dinero que sea posible», detalla. Estos clientes, por lo general, suelen estar bastante borrachos, lo que hace ‘la misión’ del club mucho más sencilla. «Ellos parecen dejar sus cerebros en la puerta del local y solo se centran en impresionar a sus amigos», apunta.
Cada noche, Johnson ve a chicos gastar miles y miles de libras, lo que le hacía «sentir mal» porque sabía que no podían permitirse ese lujo. «Pero el dinero es lo que cuenta. Nuestro trabajo consistía en hacerlos pasar. Y eso hacíamos».
Los hombres se emborrachan, dejan sus cerebros en la puerta del club y solo se centran en impresionar a su grupo de amigos
Los bailarines tenían indicaciones concretas: «En primer lugar les invitábamos a comprar bebidas alcohólicas, normalmente champán o botellas de vodka, que cobrábamos a 500 libras cada una. Luego nos sentábamos con ellos, les acariciábamos, y se ponían calientes. A continuación, les decíamos que tenían unos ojos preciosos y que olían de maravilla. Pronto estarían comiendo de nuestras manos». A veces también les animaban a sentarse en las zonas vip, que eran bastante más caras que las comunes, dada su privacidad.
«Muchas compañeras bailarinas bromeaban acerca de que más que strippers parecíamos psicólogos, porque nuestra única tarea era mantenerlos hablando y entretenidos; hacerles creer que realmente estábamos interesados en ellos y en sus vidas. Cuanto más hablaban, más alcohol compraban y más bailes privados contrataban», confiesa Johnson. Un baile costaba 120 libras, pero solían querer cinco o seis, «uno tras otro».
Las strippers tenían una amplia formación académica: «La mayoría de las chicas con las que trabajé eran muy inteligentes. Tenían títulos universitarios. Me acuerdo de una en concreto que aseguraba tener el cerebro como una calculadora». Entre los bailarines «había mucha competencia», porque todos querían hacer la mayor cantidad de bailes posibles y sacar así más tajada.
A Johnson no le extraña nada la demanda a Spearmint Rhino. De hecho, ve normal que un cliente se gaste 7.000 libras en solo unas horas, pues ha visto cómo muchos se han dejado 10.000. «No se enteran de nada, están borrachos. Cuando están en el club se sienten como en un mundo de fantasía en el que todos sus sueños se han hecho realidad: están rodeados de mujeres atractivas casi desnudas, bailando y adulándoles», apunta el bailarín, quien asegura que aunque muchos eran niños ricos, había otros tantos con «trabajos normales».
«Así me estafaron las strippers»: casos reales
El jugador de póquer profesional Mark Conte, de 32 años, es un habitual de los clubs londinenses. Una noche gastó de golpe 2.000 dólares, y aún no sabe cómo ocurrió. «Trato de mantener control siempre, pero ese día solo me dejé llevar. Ya estaba muy borracho cuando llegamos al club, y luego una de las bailarinas nos convenció para comprar una botella de vodka. Recuerdo que una de ellas, que era muy guapa, me ofreció algunos bailes privados. Se restregaba por todo mi cuerpo. No recuerdo mucho más», cuenta.
Conte solo está seguro de queentró en el club con 2.000 dólares en efectivo ycuando despertó a la mañana siguiente ya no los tenía: «No me gusta sentirme un idiota, pero no hay ninguna manera de hacer que me devuelvan el dinero. ¿Cómo podría demostrar lo que ocurrió?».
El estudiante de Derecho Rowan Wagner, de 24 años, sabe de qué hablamos. «Cada vez que voy a un club de strippers me cobran demasiado. Desde el momento en el que entras es una estafa. Pides una ronda de bebidas y, misteriosamente, te ponen el doble de lo que has pedido. Las chicas rápidamente se rinden a tus pies y te prometen el cielo para que contrates sus bailes. A menudo te llevan de la mano a la zona vip, donde los bailes cuestan tres veces más. Estos bailes duran tres minutos, y si quieres seguir te cobran otro».
El arma principal con la que cuentan es el alcohol: «Hace que tu cabeza dé vueltas y pierdas el control. Las chicas saben cómo hacerlo. Yo he perdido miles de libras en clubes».
Wagner cree que lo que sucede en estos locales debería «regularse» porque no hay duda de que «están estafando a la gente». «Podría ignorarse todo y ampararse en que los hombres son idiotas, pero no sería justo», sentencia.
Vía el confidencial